“Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió. Y dirigiéndose a ellos, dijo: ¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?” (Lucas 14:3-5).
Lectura: Lucas 14:1-6.
Todos somos intérpretes de la ley. Tenemos una respuesta a todas las preguntas que tienen que ver con la ética. ¿Tenemos que ir a la iglesia, aunque no nos encontremos bien? Si una visita llega justo antes de una reunión, ¿nos quedamos con ella o le decimos que no podemos atenderla ahora? Si estamos en camino a la iglesia y surge un accidente delante de nuestros ojos, ¿nos quedamos para ayudar, o dejamos que los inconversos presentes presten ayuda? Si estamos testificando del Señor y la conversación promete extenderse, ¿la dejamos, o seguimos hablando, aunque signifique llegar muy tarde a la iglesia?
En el caso del asno que se cae en el pozo hay dos opciones. O bien buscamos cuerdas, solicitamos la ayuda de nuestros vecinos, montamos un equipo de rescate, empleamos la ayuda de un buey que pueda arrastrarlo y sacar a la pobre bestia del pozo, y luego le administramos primeros auxilios, ¿o lo dejamos morir, porque nuestra conciencia no nos permite hacer todo este trabajo en el día de reposo? Nuestra respuesta depende de la interpretación que damos a la ley. La ley es clara: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás. Y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas” (Éxodo 20:8-10). En cuanto a lo que dice la ley no hay duda alguna. La cuestión es si hay otras consideraciones que tomen precedencia sobre la ley. ¿Hay excepciones? Esto depende de la conciencia y del entendimiento de cada creyente sincero.
Los hay que piensan en todo el trabajo que implica sacar al asno del pozo y entienden que no es lícito hacerlo en el día de reposo. Por amor a su conciencia y debido a su temor a Dios van a dejarlo morir. Y también los hay que piensan en la pobre bestia y en el valor económico que tiene y deciden que la prudencia dicta que hay que sacarla del pozo. Temen a Dios igualmente como los del primer grupo. ¿Ahora qué? ¿Se tienen que enfrentar los dos grupos? ¿Se van a descalificar? Los del segundo grupo podrían decir a los del primero: “Sois unos legalistas. No tenéis compasión de los animales. Vamos a denunciaros a la Sociedad para la Prevención de Crueldad a Animales. Es más, sois tontos. ¿No sabéis cuánto vale un asno?”. Y los del primer grupo podrían enfrentar a los del segundo diciendo: “¿No conocéis las Escrituras? No respetáis la Biblia. Sois iguales que los del mundo. No hay ninguna evidencia de que realmente sois creyentes. Te vamos a dar de baja de la iglesia por tu pecado. Búscate una iglesia de manga ancha”. Todos no interpretamos la ley de la misma manera. ¿Qué vamos a hacer? ¿Rechazar a los que con toda sinceridad no piensan como nosotros? ¿O vamos a respetarnos mutuamente, y permitir al otro seguir lo que dice su conciencia? No es nada fácil, pero el amor y la unidad han de tomar precedencia sobre cuestiones de la ley. ¿O no?
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