TENTACIONES (3)

   

“Por lo cual debería ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote… pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Heb. 2:17, 18).

Lectura: 1 Cor. 10:13.

  La tentación consiste en salirnos del camino que Dios ha marcado para nosotros. Un autor ha sugerido que toda tentación viene en una de estas tres áreas: Apetito, los deseos de la carne, el deseo de disfrutar de cosas; ambición, la vanagloria de la vida, el deseo de lograr cosas, el orgullo; y avaricia, los deseos de los ojos, el deseo de obtener cosas (1 Juan 2:16). Las tentaciones vienen en los planos físicos, mentales, y espirituales. Las tres tentaciones que tuvo Jesús al principio de su ministerio abarcan todas estas áreas. El Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto para ser tentado Mateo 4:1). Jesús entró en el desierto lleno del Espíritu Santo y salió del desierto lleno del Espíritu Santo. El propósito de la tentación es madurar espiritualmente, y esto hacemos al rechazarla.

Dios nos conduce a la tentación, nos da luz de la Escrituras, y salimos de nuestro desierto en el poder de Espíritu habiendo vencido, listos para vivir en un plano más alto debido a lo que hemos aprendido. Somos cambiados. Perfeccionados. Al final tenemos una idea más clara de los que Dios quiere que hagamos.  

 Aquí hay unas tentaciones comunes: 

  • Quedarnos cuando nos manda ir, porque pensamos que somos más útiles aquí.
  • Servir a Dios en lo que nosotros queremos.
  • Poner a una persona en el lugar que no le corresponde en nuestra vida.
  • Estar demasiado ocupados para leer la Biblia.
  • Dudar de la utilidad de la oración cuando Dios tarda en responder.
  • Caer en la inmoralidad y no reconocer que es pecado.
  • Juzgar y condenar a una persona sin conocer su corazón y sin compasión.
  • Discutir, no escuchar al otro, no estar abierto a cambiar de opinión.
  • Acusarnos de cosas que no son nuestra culpa, ni nuestra responsabilidad,  y sentirnos lejos de Dios por ello.
  • Comer demasiado o trabajar demasiado.
  • Convertir el cristianismo en una religión dominical cuando es una cultura, todo un estilo de vida.

Nuestra personalidad determina las clases de tentaciones que vamos a tener. Conviene aquietarnos delante del Señor, pasar tiempo con Él para que nos muestre cuáles son nuestras tentaciones y cuál es la escapatoria: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que nos sea humana, pero fiel es Dios que no nos dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación, la salida para que podáis soportar” (1 Cor 10:13). El que ha superado la tentación nos mostrará el camino de salida de ella.

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