PREGUNTAS PARA UN COLOQUIO SOBRE EL HIJO PRÓDIGO

   

“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (Lucas 15:20, 21).

Lectura: Lucas 15:17-19.

  1. ¿Por qué se fue el joven?
  2. ¿Cómo volvió en sí?
  3. ¿Qué comprendió?
  4. ¿Le fue necesario irse al país lejano?
  5. ¿El padre hizo bien en darle el dinero de la herencia?
  6. ¿El padre sentía vergüenza de su hijo?
  7. ¿Por qué no le castigó cuando volvió?
  8. ¿Cómo era este padre?
  9. ¿Le gustaba la música y el baile?
  10. ¿Qué estaba celebrando?

Esta historia da mucho que hablar en grupo porque cada participante verá diferentes aspectos reflejados en ella, y habrá diversidad de criterios muy interesantes. Compartiré unos comentarios míos basadas en mi experiencia. Creo que el hijo se fue porque la vida normal es aburrida para una persona rebelde. El enemigo la tiene engañada al pensar que la verdadera aventura está fuera de las puertas de su casa. Le fue absolutamente necesario irse para darse cuenta de cómo es el mundo de falso, para apreciar lo que tenía en casa, y para conocer de verdad a su padre y a sí mismo. Le costó mucho, pero el dinero fue bien empleado al ayudarlo a llegar a estas conclusiones. El padre fue muy sabio al darle el dinero porque estaba “comprando” a su hijo. Su hijo valía mucho más que el dinero para él. 

El padre no lo castigó cuando volvió porque la vida ya lo había castigado. Había pagado por su pecado en la pérdida de sus falsos amigos, de sus ilusiones efímeras, su reputación, dignidad, y herencia. Pero lo que ganó fue el entendimiento necesario para valuar a su padre y ordenar su propia vida.

Su padre era brillante. Sabía que su hijo estaba perdido aun cuando vivía bajo su propio techo. No estaba perdiendo nada al dejarlo ir. Claro que su hijo había dañado la reputación de este padre, pero el padre amaba más al hijo que a su propia reputación y estaba dispuesto a dejar atrás su dignidad y correr para abrazarlo cuando volvió. El padre era magnífico. No era ni blandengue, ni demasiado rígido. No consentía a su hijo. Lo dejó aprender por experiencia propia. No era ni duro, ni legalista, sino misericordioso y perdonador. Lo esperó con paciencia y a su vuelta recibió a un nuevo hijo que nunca había conocido antes. Como el padre era una persona alegre, lo recibió con música y baile y celebró su retorno con sus muchos amigos. 

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