“Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos, pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo” (Lucas 15:28-30).
- ¿Qué motivó al hijo mayor a comportarse bien tantos años?
- ¿Amaba más al padre que su hermano menor? Explica tu respuesta.
- Cuando se enojó, ¿qué vemos de su carácter?
- ¿Qué concepto tenía él de su padre?
- ¿Cómo se veía a sí mismo?
- ¿Por qué no celebró el retorno de su hermano?
- ¿Por qué quería el padre que entrase en la fiesta?
- ¿Qué vemos del padre que no vimos en la primera parte de la historia, la del hijo menor? (15:11-24).
- Cuando los fariseos acusaban a Jesús de recibir a pecadores y comer con ellos, Jesús les contó tres parábolas. ¿Qué tienen que ver estas con su acusación?
- ¿En tiempos de Jesús, ¿quiénes eran como los publicanos y pecadores, y quiénes eran como los fariseos y escribas? (15:1-3). ¿Como cuál de los dos eres tú?
Jesús contó las tres parábolas, la de la oveja perdida, la de la moneda perdida, y la del hijo perdido para contestar a la acusación de los fariseos y escribas. Quería que ellos conociesen cómo es el Dios en quien confesaban creer. Su concepto de Dios era que es como un juez duro y exigente, esperando a que quebrantase la ley para poder castigarlo. Ciertamente no era un Dios que recibe a pecadores, y menos que come con ellos. Ellos no comerían con nadie que no guardase toda una serie de normas. Sin embargo, Jesús, sí. ¡No podían concebir de un Dios que montaría una fiesta para celebrar el retorno de un pecador! Ellos mandarían al pecador arrepentido al infierno para pagar lo que había hecho.
Algunos de nosotros somos más como los fariseos y escribas, y otros de nosotros somos más como los publicanos y pecadores. Algunos somos legalistas, duros, sin misericordia, y sin fiestas; y otros son más como los publicanos y pecadores: hemos ido al país lejano y hemos visto que el mundo es una mentira, y hemos vuelto a la casa del padre quebrantados diciendo que no somos dignos de ser llamados sus hijos, ofreciendo ser uno de sus jornaleros con tal de estar cerca de Él. Nadie es como el padre: cargado de perdón y misericordia para el que vuelve a su casa contrito y humillado, confesando su indignidad de ser llamado hijo suyo; pero éstos son sus hijos de verdad, no los duros e implacables, sino los arrepentidos. La verdad es que Dios, sí, comerá con pecadores arrepentidos en las bodas del Cordero en su reino eterno, pero los duros e incapaces de perdonar estarán fuera con los pecadores no arrepentidos que ellos tampoco eran capaces de perdonar. Si tú tienes personas malas en tu vida a las que no has sido capaz de perdonar, esto te delata como uno que nunca ha conocido la gracia del Padre. Si no perdonamos, no seremos perdonados (Mat. 6:15), no porque Dios sea un legalista justiciero, sino porque no hemos conocido su gracia. Los que la hemos conocido perdonamos, porque hemos visto que no somos merecedores de su perdón tampoco. ¡Celebramos su gracia y perdonamos alegremente a todo el mundo!
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