“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmo 51:17)
Lectura: Salmo 51:1-4.
El “kintsugi” es un arte japonés que ilustra unas cuantas verdades acerca de cómo Dios nos repara después de nuestras caídas. “El kintsugi es una técnica japonesa de reparación de cerámica que consiste en unir las piezas rotas con barniz de resina y polvo de oro. La palabra kintsugi significa «reparar con oro» en japonés. Características del kintsugi: Enaltece la historia de cada objeto; Hace énfasis en las fracturas en lugar de ocultarlas”. Nosotros somos frágiles como vasos de barro y nos rompemos. A veces caemos. Otras veces nos agrietamos. Y otras veces alguien choca con nosotros y nos hace pedazos. Dios podría tirarnos a la basura cuando esto ocurre, pero no lo hace. Nos considera valiosos y nos remonta, llenando nuestras grietas con pegamento de oro, por así decirlo, haciéndonos aún más valiosos y más vistosos. Servimos como trofeos de su artesanía para su escaparate, para que otros admiren la obra de sus manos. No esconde nuestras cicatrices valiosas, sino que las enaltece para que otros vean que ellos también pueden ser más valiosas después de ser restauradas por la mano artístico y creativo de nuestro Dios.
El rey David, después de ser perdonado y restaurado por la mano de Dios dijo: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (Salmo 51:13). Cuántas personas han tomado ánimo del arrepentimiento de David creyendo que ellas también podrían ser restauradas y devueltas a una vida productiva para Dios, que la caída no es el final de la historia, sino que Dios es capaz de perdonar los pecados más graves y reparar las vidas más rotas. Las grietas no se esconden, ni son motivo de vergüenza, sino que nos convierten en hermosos trofeos de la gracia de Dios.
Señor, soy vil, concebido en pecado, nacido sin santidad, inmundo;
Provengo de una raza cuya caída culpable rebaja y corrompe todo.
Tan pronto nacemos y respiramos, las semillas del pecado crecen para muerte;
Tu ley exige corazón perfecto, pero estamos contaminados en cada parte.
He aquí, me caigo ante tu rostro; mi único refugio es tu gracia;
Ninguna reforma exterior puede limpiarme; el poder del pecado yace en lo profundo de mi ser.
Ningún sacrificio de ave o bestia, ningún ritual conocido, ni sacerdote terrenal,
Ninguna obra mía puede pagar, o lavar y limpiar esta mancha de culpa.
Jesús, mi Señor, solo tu sangre tiene el poder suficiente para expiar;
Tu Cruz consigue mi libre perdón, me redime y me lleva cerca de Ti.
Isaac Watts,1674-1748
Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.