“Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de Mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen” (Éxodo 20:2-5).
Lectura: Lucas 1:34-38.
Las obras de los grandes maestros de la pintura como Velázquez, El Greco y Murillo, juntamente con leyendas populares de apariciones de vírgenes en lugares remotos, han dado origen a unas ideas acerca de María que, con el tiempo, han llegado a ser dogmas de la Iglesia, pero no tienen ninguna base bíblica, ni pueden ser comprobadas históricamente. Murillo pintó varias versiones de la asunción de la Virgen, de cómo su alma sale de su cuerpo en forma corporal y sube al cielo ante la reverente mirada de los apóstoles. En una obra maestra de Velázquez, “La Coronación de la Virgen”, ésta es coronada como la Reina del Cielo por el Padre y el Hijo bajo la iluminación del Espíritu Santo en forma de paloma, en presencia de ángeles, pero tales cosas nunca ocurrieron. Ella no es la co-redentora, ni fue concebida sin pecado, ni permaneció virgen, sino que tuvo más hijos, ni intercede a favor de los creyentes.
La idea de que Dios es inaccesible y que necesitamos un enchufe para conseguir su favor, lo desacredita. El único Mediador entre Dios y los hombres es Jesucristo, Dios hecho hombre, partícipe de las dos naturalezas, y en la presencia del Padre para interceder por nosotros en base a su propia sangre derramada en expiación por nuestro pecado: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Tim. 2:5). María no es la madre de Dios. Ni siquiera es la madre de Jesús en el cielo. Fue la madre de Jesús antes de que Jesús la diera a Juan por madre, pero después ya no. En el cielo las relaciones humanas cambian como Jesús dijo cuando le preguntaron si vamos a tener el mismo marido en el cielo (Mat. 22:30).
En todo caso, no tenemos ningún contacto con los muertos, ni podemos hablar con los que han ido al cielo, ni pueden ellos visitarnos a nosotros (Lu. 16:27, 28). Esto de por sí elimina todas las supuestas apariciones de la virgen. Todo ello, lejos de ser enseñanza cristiana, participa de espiritismo. (1 Sam. 28: 7-15). La Virgen del Pilar, la Virgen de Montserrat, La Macarena, La Virgen del Carmen, la Virgen de Lourdes, y todas las demás vírgenes no son la Virgen María, no aparecieron, no existen, no nos oyen, no pueden hacer nada para ayudarnos, y son ídolos abominables a los ojos de Dios. La verdadera María está en el cielo, no como la Reina del Cielo, sino como una pecadora como nosotros, redimida por la sangre de Cristo. Sirve para nosotros como modelo de fidelidad, humildad, maternidad, y consagración a la voluntad de Dios, pero, desde el cielo, no puede tener ningún contacto con nosotros. No oye nuestras oraciones, y no puede, ni necesita, interceder por nosotros, porque Cristo es el único Mediador; dio su vida por nosotros, nos ama con amor eterno y entrañable, y espera oír nuestras oraciones para mostrarse fuerte de parte de los que esperen en Él. A Él sea toda la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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