CÓMO VEMOS LAS COSAS

   

“Y su hermano mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano” (Lucas 15:25-27).
 
Lectura: Lucas 15:27-32.
 
            En la segunda parte de la historia del hijo prodigo tenemos dos ejemplos de personas que vieron el retorno de este hijo y sacaron conclusiones equivocadas, el criado, y el hijo mayor.
 
            El criado. Cuando el hijo mayor le preguntó por qué había música y celebración, contestó: “tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano”. Este no fue el motivo. El padre explica el motivo correcto. Sale dos veces, y esto quiere decir que Lucas, quien escribe el evangelio, quiere que nosotros también lo entendamos. El motivo correcto es: porque “este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado” (15:32). El motivo de esta gran fiesta es que el hijo menor se ha salvado. El padre lo ha recibido como resucitado de entre los muertos.
 
El hijo mayor también lo malinterpretó: creía que su padre lo quería menos que a su hermano. Reaccionó con enfado. Tuvo celos de su hermano, porque creía que su padre mostraba favoritismo, que él había recibido menos atenciones de parte de su padre que su hermano. Al padre le echó en cara: “Nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos”.  La verdad es que su padre no lo quería menos, era porque su hermano tenía mayor necesidad y requería más atención. Era problemático, rebelde. El mayor no lo entendía. Vio a su padre como injusto, dando más al hermano que a él. Se veía a sí mismo como menospreciado, pasado por alto, como alguien que no recibió lo que le corresponde. No celebró el retorno de su hermano. De hecho, ni lo consideró hermano. Había cerrado su corazón a él. Al padre le dijo: “Pero cuando vino este tu hijo, …”.  Se enfadó por lo que creía injusto.
 
Los hay hoy día que piensan que sus padres eran parciales, o que ellos no recibieron su parte justa de la atención. Si este es tu caso, ponte delante de Dios y deja que Él escudriñe tu corazón. Vuelca tu dolor sobre Él. Pídele al Espíritu Santo que te visite en esta parte de la historia de tu vida y que te muestre cómo está tu corazón. Celebra todo lo que tu padre ha podido hacer por tu hermano. Escucha mientras te hable del amor de tu padre para ti, y recibe tanto el amor que tu padre te pudo dar, como el amor de tu Padre que está en los cielos, quien te puede dar un océano sin fondo de amor, ahora y eternamente.
 

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