VELANDO

   

(Jesús) tomó a Pedro, a Juan a Jacobo, y subió al monte a orar…Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño: mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús” (Lucas 9:28, 32).
 
Lectura: Lucas 9:28-32.
 
Quiero que me lleve también a mí al monte a orar, y me muestre su gloria. Tengo que permanecer despierto. Quiero escuchar las oraciones de Jesús y ver su gloria. Quiero orar las mismas cosas que Él ora. Quiero saber qué le está pasando: cómo derrama su corazón al Padre en anticipación de su sufrimiento, resurrección y ascensión al anhelar estar de nuevo en el lugar donde estaba con el Padre en gloria. ¡Qué oraciones tan asombrosas tienen que haber sido aquellas en las que derramó su corazón al Padre! Él busca nuestra comunión en su sufrimiento más profundo. No sé por qué desea nuestra pobre compañía humana, pero la quiere. Quiere que estemos cerca de Él, que sepamos lo que le está pasando. ¿Cuántas personas tienen una relación con Él como esa? Muy pocas, pero quiero ser contada entre ellas. Para ello tendré que permanecer despierta. Eso significa estar despierta a lo que le pasa, y amarlo tanto que desee saber lo que está sucediendo en su corazón. Esto requiere un corazón quebrantado para compartir sus sufrimientos e identificarme con Él. Esta escena me hace recordar Getsemaní. Jesús quería que los discípulos se mantuviesen despiertos y orasen con Él, pero le fallaron. “Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?” (Mat. 26:40). No podían, porque no lo entendían, pero aquí en el Monte de la Transfiguración se quedaron despiertos y nunca olvidaron lo que vieron. Pedro lo mencionó en su epístola, que vieron su gloria cuando estaban con Él en el monte santo (2 Ped. 1:17-18). Fue un momento sagrado en el que el cielo y la tierra se unieron como no lo hicieron en ningún otro momento. ¡No es de extrañar que Pedro quisiera quedarse allí! ¿Quién no lo haría? Pero tuvo que bajar y llevar el evangelio al mundo. Y lo hizo. Pero nunca lo olvidó. Ahora está allí de nuevo, viendo su gloria, habiendo cumplido toda la voluntad de Dios.
 
Rebeca comenta el mismo pasaje: “Rendidos de sueño, mantenerse despiertos no era tarea sencilla. Estaban agotados, pero se mantuvieron despiertos. ¡Cuánto perdemos si no nos quedamos despiertos para orar! Se habrían perdido la gloria de Dios. No habrían visto a Moisés en la tierra prometida. Se habrían perdido la mayor confirmación posible de que Jesús fue enviado por Dios, que Él es Dios y que hay vida después de la muerte. Si Moisés y Elías estuvieron allí, esto demuestra que hay vida después de la muerte. A ellos les tocaría la misma resurrección. Esta experiencia les daría valor para enfrentar la muerte que les iba a tocar. Si hubiesen dormido, no habrían escuchado la conversación sobre la partida de Jesús. ¿Era su muerte o su ascensión? Pero los preparó para la despedida de Jesús que les partiría el corazón en dos”.
 
Por eso, debemos dedicar tiempo a buscar a Dios en oración, a buscar su gloria en las Escrituras. Hemos estado hablando del libro que es como un espejo y esta es la gloria por la cual nos está preparando: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Cor 3:18). A veces será un tiempo devocional regular, pero otras veces simplemente sabremos que tenemos que quedarnos despiertos y orar, o quedarnos despiertos para hacer algo que Dios nos ha pedido hacer, o tal vez para hacer un trabajo, o quedarnos despiertos y ministrar a alguien, o cancelar nuestros planes porque Dios nos está llamando a hacer otra cosa, o a ir a algún lugar. ¡Que siempre estemos disponibles para el Señor! 

    

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