SI AYUDAS, SERÁS AYUDADO[1] (2)

   

“Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz y tu oscuridad será como el mediodía” (58:9, 10).
 
Lectura: Isaías 58:9b-11.
 
            En esta porción de la Escritura, Dios dice que, si dejamos de hacer unas cosas malas y empezamos a hacer unas cosas buenas, tendremos grande galardón: “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas” (58:11,12). Reflexionando sobre lo que había leído y meditado, Becky hizo la oración siguiente:
 
“Querido Señor, te pido que me perdones porque impongo yugos a las personas. Soy consciente de ello. Soy consciente de que los juzgo si no viven de acuerdo con los estándares que yo creo que deberían cumplir. Creo que deberían saber tanto como yo y que deberían haber experimentado tanto como yo, aunque puedan ser más jóvenes y tener menos experiencia.
 
“Señor, te pido que cambies mi corazón para que no imponga estas exigencias a los demás. Te pido que me perdones por las veces que he acusado a otros, o bien en pensamiento, o bien en conversación con terceros. He hablado mal de ellos, Señor. Lo siento mucho. Te pido que me ayudes a dejar de hacerlo, a tener eso como un recordatorio de que no es aceptable, y que desarrolle una forma muy buena y práctica de poner fin a este hábito. Si me doy cuenta de que me estoy enojando porque algo no se ha hecho correctamente, que vaya y ore al respecto. Señor, que lo traiga ante ti, que simplemente me levante y deje la situación antes de que mi sangre hierva, y antes de que me enoje demasiado y no pueda dejar de juzgar y condenar. Señor, te pido que me ayudes a traerlo a ti y a dártelo. Ayúdame a perdonar las ineficiencias, a perdonar la falta de profesionalismo, a perdonar todas estas cosas que parezco considerar crímenes mayores, que no lo son, solo mi propio yugo que impongo sobre otros.
 
“Y Señor, perdóname por las veces que he hablado en voz alta de personas que he menospreciado o ridiculizado porque no han hecho un trabajo correctamente. Y Señor, te pido que me ayudes a quitarme ese yugo de encima también. Realmente no sé cómo hacerlo. Señor, gracias porque las recompensas son increíbles. Gracias porque las recompensas incluyen tu guía, y nos incluyen a nosotros, floreciendo y convirtiéndonos en un hermoso jardín, y convirtiéndonos en una luz, en un testigo.
 
“Señor, solo te pido que estos versículos se hagan realidad en mi vida. Necesito tu ayuda, porque no puedo realizar estos cambios en mi carácter sin la ayuda de tu Espíritu Santo. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén”.
 

[1] La oración final de esta meditación ha sido escrita por Becky Cretney.

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.