¿ORACIONES CONSISTENTES?

“No escondes tu rostro de mí” (Salmo 27:9).
 
Lectura: Salmo 27:5-10.
 
            Si analizamos este salmo de David vemos que es una mezcla de afirmaciones de fe, contrastada con apasionados ruegos de que Dios no lo deje y entrañables declaraciones de su amor por el Señor. Se ve que al Señor no lo conmueve nuestra consistencia y lógica en la oración, sino nuestra sinceridad y amor para con Él. David dice que no le da miedo un ejército acampado en contra de él, porque está confiado en que el Señor lo librará de este peligro. Su confianza está puesta en Dios, no en su destreza como buen militar. En medio de todo, dice que lo que realmente le importa es estar en el templo viendo la hermosura de Dios. ¿Qué tiene que ver eso con la guerra? Nada. Luego dice que Dios lo esconderá de los intentos del enemigo para que cante sus alabanzas en el tabernáculo. Su corazón busca a Dios. Su deseo es para Dios. Su corazón lo llama a buscar el rostro de Dios. Le pide a Dios que no esconda de él su rostro. Y que no se enfade con él ni lo eche de su presencia. Y luego afirma que Dios lo ama más que sus padres y que lo recogerá si ellos lo abandonan. Luego le pide a Dios que no se entregue a la voluntad de sus enemigos. Pues, ¿dónde está su fe? Pero su fe responde y contesta a sus temores y dice que cree que verá la bondad de Dios en la tierra de los vivientes, aquí en esta vida, y, por tanto, no se ha desmayado. Está firme, y su confianza está puesta en Dios. Concluye mandando a su corazón que se aliente y espere en Dios.
 
            Lo que queda claro es que David ama al Señor, que cuenta con Él, que no sabe lo que Dios hará en medio de su situación angustiante, pero que su confianza está puesta en Él. Por encima de lo que le pasa en la persecución que está sufriendo, está su deseo para Dios y su relación con Él. Lo que más valora es estar en la presencia de Dios, su cercanía, ver su rostro, y contemplar su hermosura. Aquí tenemos a un hombre apasionado, un poeta además de un hombre de guerra. Lo que deducimos es que esta oración llegó a Dios y lo movió a salvar la vida de David, porque David había conquistado el corazón de Dios. Pues sabemos que Dios le contestó, porque la historia nos dice que David no murió a manos de Saúl.  
 
            Nosotros componemos oraciones lógicas y consistentes, pero no clamamos con el alma al Señor diciéndole que, haga lo que haga con nosotros, lo que realmente nos importa no es nuestro sufrimiento, o cómo se resuelven nuestros problemas, sino nuestra relación con Él, que lo que deseamos más que nada es estar cerca de Él en recogimiento contemplando su hermosura y gozándonos de su presencia. Cuando llegamos a esta conclusión, nada puede movernos. Que venga el ejército de turno, vamos a estar bien ancladas en Dios mismo.       

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