LOS PAPELES CORRECTOS

“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad y injusticia de los hombres” (Romanos 1:18).
 
Lectura: Romanos 1:18-32.
 
            Vamos a suponer que estamos orando por la conversión de una persona a la que amamos, un pariente, el marido, un hijo, un amigo, pero, a la vez, una que nos ha traído mucho sufrimiento. ¿Cuál es nuestro papel en su conversión?
 
¿La de la ira contra el pecado?
 
            Esta persona nos ha hecho mucho daño. ¿Estamos justificados al sentir una ira fuerte contra ella por todo lo que nos ha hecho? No. Solo la ira de Dios es justa (Rom. 1:18). Es el único Juez justo. Sabe todas las cosas y, por lo tanto, puede juzgar con imparcialidad. Nosotros no somos perfectos, no somos mejores que la persona que nos ha ofendido, y no estamos en condiciones de juzgarla: “La ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20).  El único que puede sentir una ira justa frente al pecado es Dios (Padre), y, en última instancia, la ofensa es contra Él.
 
¿La de sufrir por su pecado y llevar su culpa?
 
            Con mucha facilidad sufrimos por el pecado del otro como si fuese nuestro. Nos sentimos culpables. Pero por mucho que lloramos, no podemos pagar la culpa del otro. Todo nuestro sufrimiento por su pecado no ayuda en su salvación. El único que puede pagar por el pecado con sus lágrimas y sus sufrimientos es Jesús. Lloró su perdición, pagó el justo castigo de Dios por su pecado con sus padecimientos, y llevó su culpa.
 
¿La de convencer de pecado?
 
            Esta persona nos ha ofendido. ¿Hemos de ir acusándola por años de ofensas? No. Hemos de perdonarla. ¿Tenemos que decirle cuánto le hemos perdonado, repasar la lista de todas las ofensas que hemos perdonado? Si no, ¿cómo sabrá lo que nos ha costado perdonarla? No. ¡Sólo la ofenderíamos! No nos corresponde a nosotros convencer de pecado a nadie. Esta es la obra del Espíritu Santo.
 
            ¡Aquí tenemos la obra completa de Dios! El Padre siente ira, el Hijo carga con la ira del Padre por el pecado y lleva toda la culpa, y el Espíritu Santo la convence de pecado, de que es merecedora de la ira de Dios, bajo justa condenación por su pecado, y señala a Cristo quien llevó su culpa y murió por ella, para que pudiese ser perdonada. ¡Qué colaboración más hermosa entre las Personas de la Trinidad!
 
            Si nuestro papel no es enfadarnos por su pecado, ni padecerlo, ni llevar su culpa, ni convencerla de pecado (¡y todas estas cosas que hacemos!), ¿cuál, pues, es nuestro papel? Perdonarla con humildad, como corresponde a uno que ya ha sido perdonado de ofensas mucho más graves, predicarle el evangelio, señalarle a Cristo, e interceder por ella. ¡Nosotros tenemos que quitarnos de en medio para no estorbar la obra de Dios que es totalmente completa! Nuestro papel es andar en amor, orar y observar como Dios obra.

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