LA PREGUNTA DEL INTÉRPRETE DE LA LEY (2)

“Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo; para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Lucas 10:25).

Lectura: Lucas 10:25-37.

Vamos a plantearnos unas preguntas más acerca de este texto del buen samaritano:

  1. El intérprete de la ley preguntó a Jesús qué tenía que hacer para heredar la vida eterna y Jesús le contó la historia del buen samaritano que atendió al hombre herido, y le dijo al hombre que le hizo la pregunta: “Ve, y haz tú lo mismo” (10:37). Ahora, a estas alturas, sabemos que la salvación es por la fe. ¿Esto significa que no tenemos que participar en la obra social?

No. En absoluto, pero muchos creyentes lo interpretan de esta manera. El Señor Jesús sigue siendo nuestro ejemplo, y Él pasó gran parte de su ministerio haciendo lo que nosotros llamamos “obra social”. Amaba al prójimo.

  1. ¿Se salvan todos los “buenos samaritanos”?

El samaritano en la historia no practicaba la religión de los judíos. No adoraba a Dios en Jerusalén según la enseñanza de la ley de Moisés. Para salvarse, tendría que convertirse al judaísmo, y después de Pentecostés, al cristianismo. Tendría que creer el Evangelio y nacer de nuevo por obra del Espíritu Santo para poder salvarse. Después podía continuar con su ministerio de ayudar a los necesitados, pero no para salvarse, sino motivado por amor a Dios por la salvación que ha recibido en Cristo.
Hay gente muy buena en este mundo asociada con ONGs que se dedican a ayudar a los pobres, a los damnificados en desastres naturales, o a las víctimas de la crueldad humana, que hacen mucho bien en este mundo, como Médicos Sin Fronteras. Solo hay un camino a Dios, que es Cristo, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí” (Jn. 14:6). Esta gente buena se salvará si van por este camino, igual que los más degradados. Las buenas obras no son un camino alternativo de salvación.
Lo mismo es cierto de la gente sincera de otras religiones: musulmanes, hindúes, budistas o ateos. Por mucho bien que hacen, este no cubre su pecado y los deja igualmente culpables delante de Dios. No cumplen la ley de Dios y quedan condenados.         

  1. ¿Qué pasa con el creyente de verdad que no hace nada para ayudar a los necesitados?

Estas personas no han entendido bien el Evangelio. Tampoco están viviendo una vida de obediencia a las Escrituras: “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef. 2:10). “Presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras” (Tito 2: 7). “(Jesús) se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14). Si estamos tan ocupados con las actividades de la iglesia que no tenemos tiempo para hacer bien a otros, somos como el sacerdote y el levita que salen en la parábola del buen samaritano. El amor genuino por Dios conduce al amor por el prójimo.  

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