EN LAS PRUEBAS

   

“Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas… Simón, Simón, he aquí Satanás os reclamó para zarandearos como a trigo. Pero yo rogué por ti que no desfallezca tu fe” (Lucas 22:28, 31-32).
 
Lectura: Lucas 22:25-32.
 
            Jesús les dice a los discípulos que ellos han permanecido con Él en sus pruebas y que Él permanecerá con ellos en las suyas. De hecho, ya había orado por Pedro para que no perdiese su fe en medio de la prueba que él estaba a punto de afrontar. Vamos a mirar las pruebas de Jesús y luego las de Pedro.
 
            El Señor había sufrido muchas pruebas ya, y estaba a punto de sufrir la más grande, el Calvario. Había sufrido la prueba de la incredulidad de sus hermanos, la muerte cruel de Juan el Bautista, la prueba de seguidores que se habían vuelto atrás, y el rechazo de parte de los líderes de la religión, culminando en el rechazo del pueblo de Dios en su mayoría. Estaba a punto de enfrentar la traición de Judas y el abandono de todos los discípulos en el Getsemaní. Delante tenía la cruz. Nos extraña que les diga a los discípulos que ellos habían permanecido con Él en sus pruebas, como si desease su compañerismo. Pero parece que sí. Cuando oraba en Getsemaní llevó a tres consigo para que lo acompañasen en oración, pero se quedaron dormidos, porque no entendían el momento por el cual estaban pasando.
 
            Esto nos lleva a hacernos dos preguntas. ¿Acompañamos a Jesús en las pruebas que Él está pasando ahora, en este momento de la historia, en la situación en que se encuentra su Iglesia, en la persecución, o en la apostasía? ¿Acompañamos a nuestros hermanos en oración cuando su fe es probada?
 
            En este contexto, el Señor avisa a Pedro que él estaba a punto de pasar por una gran prueba, capaz de acabar con la relación que tenían, pero que Él había orado por él para que su fe no fallara (al suspender la prueba), dándole a entender que ya sabía que Pedro fallaría, pero que no lo rechazaba por ello, sino que saldría bien de esta prueba debido a las oraciones de Jesús, y que después sería capaz de afirmar a los otros discípulos, pues ellos iban a fallar igualmente. Consuela saber que el Señor es consciente de nuestro estado anímico, que incluso las pruebas fallidas tendrán su utilidad, que, si le fallamos a Él, Él no nos fallará a nosotros. Permanece con nosotros en nuestras pruebas, amándonos, queriendo saber si todavía lo amamos a Él. 
 
            ¡Cuántas veces hemos cantado este corito a la hora de la prueba!:
Bástame tu gracia, Señor,
Mi alma en pruebas fortalece,
Si la noche oscura está,
Tu presencia me guiará.
Bástame tu gracia, Señor.
 
Hay Alguien en los cielos orando por nosotros en medio de nuestras pruebas, para que no se rompa la relación que sostenemos con Él.

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