“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37).
Lectura: Mateo 22:34-40.
El amor en sí es vital. Sin amor no podemos sobrevivir. Todos los mandamientos de la Biblia se pueden resumir en la palabra “amor”. Cuando los fariseos le preguntaron a Jesús “¿Cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40). Si amas a Dios y al prójimo, has cumplido toda la ley. No tendrás otros dioses delante de Él. No te harás imágenes para inclinarte delante de ellos. No tomarás su Nombre en vano. Dedicarás un día de la semana a recordarlo. Y si amas a tu prójimo, empezarás con los más cercanos, tus padres, y los honrarás. No matarás al prójimo; no cometerás adulterio con su esposa; no le robarás; no lo calumniarás; y no codiciarás sus bienes. Con el amor todo está solucionado.
Pero esto es solo el principio. Cuando amas a las personas, desarrollas hermosas relaciones con ellas, tendrás amigos, y ellos aportarán mucha felicidad a tu vida. Y cuando amas a Dios, además de cumplir toda la ley y los profetas, tendrás una relación con Él que dará sentido a tu vida. Te dará sobrados motivos para vivir. Te dará ilusión, te satisfará, y llenará toda tu vida con Él.
¿Por qué pide Dios que lo amemos con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas? Porque Dios es amor y el amor quiere ser correspondido. Esta es la manera en que Dios nos ama a nosotros, es decir, con todo su corazón, alma, mente y fuerzas, y quiere que lo amemos de la misma manera. Dios nos ama con profundidad, con ternura, con pasión, con emoción, con sentimientos fuertes, con inteligencia, con conocimiento de cómo somos, sabiendo cómo llegar a nosotros y comunicarse con nosotros. Era su amor inteligente el que ideó el plan de salvación, su amor apasionado el que lo llevó a la cruz, su amor profundo el que le hizo abrir su corazón y derramar todo su contenido en el suelo en forma de sangre y vida. Y es su amor persistente el que no deja que nos apartemos de Él para perder nuestra alma.
En el amor de Dios encontramos todo lo que nos hace falta en la vida. Juntamente con él viene incluida su provisión para nosotros, su consuelo, su corrección para que no nos arruinemos la vida, su consejo, su dirección, su fuerza, su protección, su paz, su provisión, su ayuda, y su gracia superabundante. En el amor también viene incluida su cercanía, su comunicación, su ternura, su comprensión de nosotros, la revelación de sí mismo, la seguridad, la sensación de bienestar y esperanza para el futuro. Incluye el perdón de nuestros pecados, el don del Espíritu Santo, y la vida eterna. Están todas estas cosas presentes en el amor, porque Dios es amor. Es la definición de su Persona, la revelación de cómo es, y su motivación en todo lo que hace. Cuando ocupo mi lugar particular en el corazón de Dios, estoy en un lugar seguro que solo puedo ocupar yo, y que es mío para siempre. No necesito nada más.
[1] Esta meditación es la continuación del artículo que compartimos ayer.
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