EL AMOR DE DIOS[1] (1)

   

 
“…conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento” (Efesios 3:19).
 
Lectura: Ef. 3:14-19.
 
Conocer el amor de Dios en todas sus dimensiones es el camino para experimentar la plenitud de Dios en nosotros. Si queremos estar llenos del Espíritu Santo, es por medio de conocer el amor de Cristo. En nuestra ignorancia pensamos que la plenitud del Espíritu se consigue por medio de una experiencia mística, o por la imposición de manos, o por nuestra obediencia a Dios, o por el estudio de la Biblia, o por nuestra dedicación a Dios, pero Pablo nos informa que no es por estos métodos, sino por conocer personal y profundamente su amor. Pablo dobla sus rodillas ante el Padre, pidiendo que los creyentes seamos “fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:16-19). El amor es una cosa que alegra, consuela, fortalece, anima, empodera, motiva, enternece, potencia, edifica, afirma, pacifica, satisface y llena a la persona amada. Esto es lo que recibimos de parte del Señor cuando nos abrimos a ser amados por Él. ¿Nos sorprende que este sea el camino para ser llenos de toda la plenitud de Dios? Dios es esta clase de amor y al recibirlo, nos llenamos de Él.
 
Tener a Cristo viviendo en nosotros por la fe es la salvación, pero esto es solo el comienzo. Después hemos de aprender a recibir su amor y vivir en Él, como árboles arraigados en amor y casas edificadas y cimentadas en amor (Ef. 3:17). Vamos a mirar estos dos símiles del apóstol. La primera es la de un árbol arraigado en amor. Como el árbol está arraigado en la tierra para recibir sus nutrientes de ella, nosotros estamos arraigados en el amor de Cristo para recibir nuestra nutrición de Él. Comemos de Él hasta llenarnos de Él y satisfacer nuestras necesidades. Echamos raíces profundas en su amor y lo vamos absorbiendo para mantenernos vivos. Este alimento va subiendo por nuestro tronco, pasa a las ramas y produce flores y luego fruto delicioso que sabe a amor. Todo lo que hacemos sabe a amor. El árbol está vivo, hermoso y fructífero gracias al amor en el cual está plantado. El segundo símil es el de un edificio que está cimentado sobre un fundamento sólido: el amor de Dios. De él recibe su estabilidad y firmeza. No tambalea porque este fundamento es sólido y profundo. No es una capa fina de cemento, sino un fundamento bien grueso, capaz de sostener un edificio alto aun en la furia de una tormenta y no derrumbarse. El amor de Cristo manifestado en la cruz del Calvario es el fundamento de nuestra vida y lo que nos hace crecer y prosperar. Es la fuente de nuestro sostenimiento y la base de nuestra existencia.

[1] Este es un articulo que escribí para la revista Caminemos Juntas, una revista para la mujeres, que versa sobre la temática que hemos estado tratando estos días.

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