“… a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento… Y aquel que es poderoso para hacer tosas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén” (Efesios 3:17-19).
Lectura: Ef. 3:14-21.
Por fin hemos comprendido que el amor de Dios lo es todo. Es lo que motivó nuestra salvación; es la tierra en que crecemos una vez salvos; es el bálsamo que sana nuestras heridas del pasado; es la fuente de nuestra autoestima, la de ser amados por un Dios tan maravilloso como el nuestro; es la garantía que asegura que un día llegaremos sanos y salvos a la morada celestial, porque este Dios de amor no va a dejar que nos apartemos del camino; y su amor es la esperanza de la bienaventuranza eterna, siendo amados por este Dios cariñoso por toda la eternidad. Aún queda por ver todas las sorpresas hermosas que tiene planeadas para nosotros en su Reino de paz y justicia en los nuevos cielos y la nueva tierra. Nuestra esperanza es brillante, fundada sobre la base de su amor.
Oh amor de Dios, cuán fuerte y verdadero,
eterno y, sin embargo, siempre nuevo;
incomprendido e incomprensible,
más allá de todo conocimiento y de todo pensamiento.
Oh amor de Dios, ¡cuán profundo y grande!
Mucho más profundo que el odio del hombre;
Se alimenta, se enciende a sí mismo como la luz,
No cambia, eterno e infinito.
Te leemos en las flores, los árboles,
La frescura de la brisa fragrante,
El cántico de las aves en vuelo,
El gozo del verano y de la primavera.
Te leemos mejor en Aquel que vino
A llevar por nosotros la cruz y la vergüenza,
Enviado por el Padre desde lo alto,
Nuestra vida para vivir, nuestra muerte para morir.
Leemos tu poder para bendecir y salvar
Incluso en la oscuridad de la tumba;
Aún más en la luz de la resurrección
Leemos la plenitud de tu poder.
Oh amor de Dios, nuestro escudo y protección
en todos los peligros de nuestro camino!
Amor eterno, en Ti descansamos,
Por siempre seguros, por siempre bendecidos.
Horatius Bonar, 1808-89
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