NUESTRO HERMOSO DIOS

 

“Las naciones verán tu justicia, y todos los reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará” (Is. 62:2, NVI).
 
Lectura: Is. 62:1-5.
 
            Como muchos pasajes proféticos, esta porción de las Escrituras puede ser interpretada en tres niveles: se puede aplicar a la nación de Israel, a la Iglesia o al creyente individual. Hoy vamos a centrarnos en la aplicación personal porque muchos de nosotros necesitamos estas palabras de consuelo y esperanza de parte de Dios.
 
            Van dirigidas a alguien que se siente abandonado por el Señor. Históricamente, en un sentido, Israel lo fue en tiempos de la invasión babilónica, porque Israel previamente había abandonado a su Dios, y Dios lo estaba castigando para purificar a su pueblo. En nuestro caso puede ser porque hemos caído en pecado y nos hemos apartado de Dios. En otros casos puede ser porque un creyente ha pasado una tragedia y se siente abandonado, o porque ha sufrido una decepción muy grande. Puede darse el caso que uno no se ha apartado drásticamente, sino que se ha ido deslizando de la relación cálida que antes sostenía con el Señor. El Señor se dirige a estas personas. Es como si antes su nombre fuese “Abandonado”. A todos los creyentes que están buscado palabras de cariño de parte de Dios viene este mensaje consolador: “Ya no te llamarán “Abandonada”, ni a tu tierra la llamarán “Desolada”, sino que serás llamada “Mi deleite”; tu tierra se llamará “Mi esposa”, porque el Señor de deleitará en ti, y tu tierra tendrá esposo. Como un joven que se casa con una doncella, así el que te edifica se casará contigo; como un novio que se regocija por su novia, así tu Dios se regocijará por ti” (62:4, 5).
 
            Y respondemos: ¿Cómo es posible que Dios se dirija a mí con palabras tan tiernas? Me dice que seré en su mano “como una corona esplendorosa, ¡como una diadema real en la palma de Dios” (62:3). El Señor se deleitará en mí. Me llama: “Mi deleite” y “mi esposa”. “El amor de Jehová estará en ti” (62;4, RV60). “Se gozará contigo el Dios tuyo” (62;5, RV60). Históricamente, esta profecía se va cumpliendo. Dios trajo a Israel otra vez a su tierra desde la Cautividad. Vino el Señor Jesús para lavarla de sus pecados, a los que lo aceptaron. Bajó el Espíritu Santo y nació la Iglesia. Los gentiles fueron incluidos en el “Israel de Dios”. Y Dios nos ha ido santificando por medio de su Espíritu. Nuestro Salvador volverá en gloria y nos llevará a su reino, ya perfeccionados. Aún queda mucho por hacer. Pero Dios no espera hasta que el Señor Jesús vuelva para amarnos de esta manera. Él habita en la eternidad y ve el producto ya terminado. Nos ama tal como somos y como seremos y a pesar de lo que hemos sido.  
 
            El amor de Dios está muy por encima de nuestra comprensión teológica, rompe los límites que hemos impuesto por nuestras frías calificaciones, sobrepasa nuestros cálculos, rompe nuestros esquemas y se desborda como un río. Lo nuestro es dejar de resistirlo, es abrirnos para recibirlo y dejarnos amar por nuestro Dios, maravillados con cómo es Él.   

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.