LLEVAD LAS CARGAS LOS UNOS DE LOS OTROS

 

“Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).
 
Lectura: 1Cor. 1:3-5.
 
      La comunión entre creyentes es hermosa, pero va con un coste, porque, siendo un solo cuerpo, cuando uno sufre, todos sufren. El apóstol Pablo nos amonesta a “llevar los unos las cargas de los otros, y cumplir así la ley de Cristo”. ¿Qué ley es esta? El Señor Jesús nos dijo: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Y el amor nos lleva a llorar con los que lloran, como Pablo nos enseña en Romanos: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran” (Rom. 12:15), y a consolarnos mutuamente: “Por lo tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (Fil. 2:1, 2). Puesto que sí que hay consolación, consuelo de amor, afecto entrañable y misericordia en Cristo, nos identificamos con el sufrimiento del hermano y lo consolamos con el mismo consuelo que nosotros hemos recibido del Señor: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Cor. 1:3, 4).
 
Todos estos textos vienen a decir que Dios desea que nos identifiquemos con los sentimientos del hermano. Para ello hace falta comunicación y confianza. Hemos de tener presente el consuelo que recibimos de Dios en medio de nuestro sufrimiento y lo compartimos con él. Esto no puede ocurrir en medio de una reunión o en cinco minutos después del culto, sino dedicando tiempo al hermano en nuestra casa o en un lugar tranquilo donde podamos compartir la Palabra, escuchar a Dios, y orar juntos. De nuestra parte cuesta tiempo, a veces noches sin dormir y lágrimas, pero cuando vemos la respuesta de Dios, o su consolación en el Señor, nos gozamos con muy grande gozo, como dice la Biblia. Pablo pide esta clase de comunión de parte de los corintios en su sufrimiento: “cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos” (2 Cor. 1:11). Aunque nos cueste a muchos de nosotros hacer lo que el Señor pide, vale la pena con creces, porque se establecen relaciones entrañables que perdurarán más allá de los confines del tiempo. Cuando estemos con el Señor en su Reino, las relaciones que hemos forjado en medio del dolor continuarán donde las dejamos, pero ahora inundadas con el gozo de la presencia de Dios.       

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