“Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos” (1 Corintios 12:4-6, NVI).
Lectura: 1 Cor. 12:7-11.
Los dones son variados, pero el Señor es lo mismo para todos los creyentes. Nuestra unidad no consiste en tener todos los mismos dones, sino en tener todos al mismo Señor. Dios no quiere divisiones basadas en los diferentes dones que tenemos, sino unidad en Él. Dios se expresa en tres personas: Hay “un mismo Espíritu”, “un mismo Señor”, y “un mismo Dios”; son tres, pero son Uno. Hay unidad total entre ellos. Lo mismo tiene que ser cierto en la Iglesia. Ningún don hace que una persona sea más que otra, porque su don es más importante; todos los dones son imprescindibles. Y ninguno es para el beneficio de aquel que lo tiene, sino para el bien de todos.
Hoy día parece que tenemos la anormalidad de la división de Iglesia según el don en el cual especializa cada una. Una iglesia especializa en el don de la enseñanza, otra en el don de la evangelización, otra en la obra social, otra en la música, y otra en los dones más carismáticos, y todas parecen carecer de los otros dones. Esto es una pena, porque todos necesitamos a todos: “Y a cada uno le es dada manifestación del Espíritu para provecho mutuo” (12:7). Solo en la unidad de todas de todos los creyentes de todas las iglesias podemos disfrutar del beneficio de todos los dones. Los que están mencionados en este pasaje son: palabra de sabiduría, palabra de conocimiento, dones de sanidades, poderes milagrosos, profecía, discernimientos de espíritus, lenguas, interpretación de lenguas, “pero todas estas cosas las energiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo en particular a cada uno como Él quiere” (12:11).
Esta lista de dones no es exhaustiva. Lo sabemos porque cada vez que tenemos una lista de dones en Biblia se incluyen diferentes dones. Es necesario que los que pastorean la iglesia tengan el don de discernimiento de dones para que cada miembro contribuya lo que Dios le ha dado. La iglesia no es una democracia en que todos los hombres tienen que predicar y todas las mujeres tienen que tener su turno para enseñar en la reunión de mujeres, sino que cada uno tiene que contribuir según los dones que tiene, y los lideres de la iglesia tienen que dar cauce a los dones de cada uno.
Los dones tienen su medida. La idea no es que el hermano que tiene cierto don lo tenga cien por cien, sino en la cantidad que el Espíritu le ha repartido. Puede ser que una sola persona tenga mucho don para evangelizar, un poco del don de servir, y bastante del don de organizar y liderar. Pues, ¡que pueda ministrar en cada una de estas áreas! ¡No hace falta tener la cantidad del don de evangelizar que tuvo el apóstol Pablo para ser reconocido como uno que tiene este don! En conclusión, que todos seamos una bendición para todos usando los dones que tenemos para el beneficio de todos.
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