EL ORIGEN DE LA PACIENCIA

 

“Por tanto hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía” (Santiago 5:7).
 
                      Normalmente pensamos en la paciencia como algo que debemos tener porque existe una circunstancia negativa que nos estorba, que no podemos remediar, así que ¡hay que tener paciencia! No queremos tener paciencia, ¡queremos tener lo deseado ya!, pero no podemos, así que ¡paciencia! Para nosotros, la paciencia es algo negativo, algo que tenemos que tener a pesar nuestro, algo que ojalá que no fuese necesario. Concebimos la paciencia en términos de soportar algo que no nos gusta.
 
                      Pensamos que la paciencia existe porque vivimos en un mundo caído donde no podemos tener lo que nos gustaría tener ahora mismo. Así que hemos de aceptarlo, y, ¿qué remedio?, a esperar. Pero el ejemplo que pone Santiago es el del labrador que espera que germine la semilla. La semilla siempre ha tardado tiempo en germinar, incluso en el huerto de Edén donde todo estaba perfecto. Dios creó la semilla de esta manera, de germinar y desarrollarse durante un período definido de tiempo. O sea, el principio de esperar algo bueno es algo que Dios introdujo en la naturaleza desde el comienzo de la Creación, no es la consecuencia de la Caída. Esperar no era malo, sino natural.
 
                      La paciencia es una parte intrínseca de la naturaleza de Dios. Dios es paciente. Era paciente antes de la Caída del hombre y lo será por toda la eternidad. Dios no es paciente porque existe el pecado, la frustración, y cosas inevitables que complican la existencia, es paciente porque la paciencia en sí es buena, y esperar también lo es. La paciencia es uno de los frutos del Espíritu Santo. Esto quiere decir que es una de las características del Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo está funcionando correctamente en nosotros, está produciendo paciencia.
 
                      ¿Para qué necesita paciencia Dios? Dios habita la eternidad donde no hay tiempo. Él no está esperando nada. Con Él todo es presente. Aquí topamos con las limitaciones de nuestra comprensión humana. Pero lo que sí podemos deducir es que Dios no está apurado, no se impacienta esperando ciertos acontecimientos, no pierde la paciencia con los pecadores, “el amor todo lo espera”. Dios ha hecho todo hermoso en su tiempo. No pierde la paciencia con nosotros por el mismo motivo que el agricultor no pierde la paciencia con la semilla, porque sabe que cada cosa se hace en su tiempo. Y Dios sabe que hay un tiempo perfecto para cada cosa. Y Dios está controlando este tiempo. Y lo aguarda con paciencia, porque sabe que es lo mejor.
 
                      Necesitamos entrar en la onda de Dios, entrar en su paciencia, donde todo funciona a su hora y esperar esta hora con paciencia, porque es la mejor hora posible.    
 

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