EL DOLOR QUE APORTA LA PATERNIDAD (1)

 

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (1 Juan 3:1).
 
“En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:26-27).
 
Lectura: Juan 1:11-13.
 
            Dios se revela como Padre, el Padre de Israel, el Padre de los que realmente creen, el Padre de todos los que Él mismo ha engendrado por la fe en Cristo (Jn. 1:12). Él ha creado la paternidad en este mundo, entre otros motivos, para que por medio de nuestras experiencias como padres podamos entenderlo a Él como Padre. La paternidad humana tiene muchas alegrías, pero también proporciona mucho dolor. Dios como Padre conoce muy bien todas estas clases de dolor.
 
El dolor de no poder tener hijos:
            Hay muchas parejas que no pueden tener hijos por alguna complicación de salud, o, simplemente porque no vienen. Algunos emplean métodos modernos para conseguirlos, otros intentan ir por la vía de la adopción, mientras que otros entran en ministerios que permiten que atiendan a niños, para ser de ayuda para ellos. En todo caso, el dolor de no tener hijos es muy grande (Gen. 30:1). Dios tiene un solo Hijo, pero también quería que éste fuese el primogénito de muchos hermanos: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Rom. 8:29). Este Hijo suyo fue exactamente lo que el Padre quería en un hijo, y quería tener a muchos más como Él. Este deseo fue tan fuerte que estaba dispuesto a conseguirlos a todo coste, y lo consiguió al máximo precio.
 
El dolor de un aborto:
            Se ama a un hijo desde la misma concepción. La ilusión de tener a este hijo en brazos es enorme, pero cuando se pierde, el sufrimiento es muy fuerte. El Padre por excelencia experimenta este dolor cuando una persona se acerca al evangelio, pero no termina de convertirse. Es como un aborto, y la decepción es muy grande.
 
El dolor de un hijo enfermo:
            Estar al lado de la cama de un hijo enfermo sin poder hacer nada para aliviarlo es tremendo. Dios sí que lo puede aliviar, y hasta sanar al hijo enfermo, pero a veces no conviene, y, humanamente, Dios tiene que aguantar verlo así hasta que llegue el momento propicio para su sanidad, cuando el propósito de la enfermedad se ha cumplido. Pensemos en Dios al lado de Job viéndolo sufrir. No pudo sanarlo hasta que Job estuviese preparado para esta sanidad. Qué doloroso para Dios verlo sufrir.  
 
El dolor de hijos que mueren:
            Perder a un hijo es un dolor incalculable. Nuestro Padre entiende este dolor más que nadie, porque perdió al suyo y era uno con este Hijo suyo. Su muerte produjo el desgarro del corazón de Dios que se registró en su misma esencia. Allí no podemos entrar, pero los que han perdido al hijo de sus entrañas se acercan a este entendimiento.
 

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.