“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12, 13).
Lectura: Gal. 4:4-7.
Continuamos con nuestra reflexión acerca del dolor de la paternidad.
El dolor de hijos que se extravían:
Hay padres que conocen el dolor de hijos en la droga, hijos en el mundo, hijos en falsas religiones, o hijos que no quieren saber nada de ellos. Pablo escribió: “Demas me ha abandonado, amando este mundo” (2 Tim. 4:10). Dios escribió: “Extendí mis manos todo el día a un pueblo rebelde, el cual anda por camino no bueno, en pos de sus pensamientos; pueblo que en mi rostro me provoca de continuo a ira, sacrificando en huertos, quemando incienso sobre ladrillos; que se quedan en los sepulcros, y en lugares escondidos pasan la noche” (Is. 65:2-5). Dios ha vivido el dolor de un pueblo que lo ha abandonado.
El dolor de la separación física de los hijos:
Otros padres conocen el dolor de tener a sus hijos lejos. Solo se pueden ver pocas veces al año. El resto de los días los añoran. Algunos de estos padres están separados de sus hijos por causa de un divorcio. No estar viviendo con ellos en la misma casa es tremendamente doloroso. Dios Padre tuvo a su Hijo viviendo lejos del hogar celestial en este mundo toda su vida. La comunión se mantuvo en el Espíritu y por medio de la oración, pero solo podemos imaginar lo que esto supuso para el Padre. Ni llegamos a imaginar remotamente la separación espiritual que tuvo lugar cuando el Hijo se hizo pecado por nosotros, para alejar de nosotros nuestros pecados.
Reflexión:
Hemos tocado brevemente algunas de las cosas que nos causan dolor como padres con la intención de hacer constar que uno de los dolores más grandes que podemos tener en esta vida está relacionado con la paternidad, y que Dios, como Padre, ha pasado por todas ellas. Consciente del dolor que le iba a aportar quiso seguir adelante con su plan de traer hijos a ese mundo y hacerlos hijos del Reino. Cuando nosotros pasamos por mucho dolor debido a nuestros hijos, o la falta de ellos, es sanador meditar en lo que el Padre ha pasado que es semejante a lo que nosotros estamos pasando con el fin de recibir consuelo, y el otro fin es comprender mejor a nuestro Padre celestial e intimar con Él. Claro, Dios no es humano y hay cosas que no podemos entender del dolor que Él pasa, pero sabemos que Dios no está hecho de piedra; esto lo son los ídolos. Él tiene corazón de carne, por así decirlo, y siente el dolor. Busca la comunión con nosotros en el nuestro. Hagamos el esfuerzo para entenderlo hasta el punto de que sea posible, y recibamos el consuelo que nos ofrece en nuestro dolor que Él tiene en el suyo.
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