“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25).
Lectura: Juan 15:9-14.
Nuestra tesis es que, si amamos a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y tenemos como el propósito de nuestra vida amarle y ser amados por Él, cumpliremos con todo lo que Dios desea para nosotros, porque todo lo demás fluye de ello (Mat. 22:34-40).
Con este propósito de amar a Dios, todo lo demás de la vida ocupa su debido lugar. Tenemos nuestras prioridades en orden, nuestra vida de oración funciona, buscamos la plenitud del Espíritu, amamos a los hermanos, tenemos comunión con ellos (Mal. 3:16, 17), nos dedicamos a servir a Dios con los dones que nos ha dado, evitamos el pecado, buscamos la santidad para vivir en ella y estar cerca de Él, amamos su Palabra y nos llenamos de ella (Col. 3:16), aprendemos a reconocer su voz y conversar con Él, y obedecerlo (Is. 50:4, 5); y permanecemos en su presencia y en su amor: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Juan 15:9). ¡Es automático! Amamos a Dios con todas nuestras fuerzas y tenemos ganas de pasar el día cantando sus alabanzas (Col. 3:16).
Amando a Dios queremos entenderlo, conocer sus caminos, explorar su mente, saber cómo piensa, ahondar en sus pensamientos: “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme” (Jer. 9:23, 24). El Señor nos dice: “Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Is. 55: 8, 9) y nosotros respondemos: “Quiero conocer tus pensamientos, quiero andar por tus caminos. Revélame tus pensamientos. Abre mi entendimiento. Date a conocer a mi alma. Agrándese mi capacidad de recibir de Ti. Enséñame a andar a tu lado, y mantener tu paso. No quiero dejar tu compañía nunca, ni tomar un solo paso sin Ti”. Y el Señor nos responde: “Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis. Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová” (Jer. 29:11-14). Con esta promesa tenemos clara la meta de nuestra vida y la inspiración de perseguirla. Por lo tanto, nos dice el apóstol en cuanto al amor: “Conservaos en el amor de Dios” (Judas 1:21).
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