UNA ESTAMPA

 

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7).
 
Lectura: Lucas 2:1-7.
 
Todos hemos visto la estampa típica de Navidad: el Niño en el pesebre con María y José, los pastores delante del Niño, uno de rodillas y otro detrás con un cordero en brazos, una vaca y un burro detrás, y una gallina con sus polluelos por allí. Casi llegando al establo se ven tres reyes montados en camellos acompañados por sus pajes, y arriba, una hermosa estrella arrojando su luz sobre el pesebre y la familia sagrada. Esto es una amalgama de varios incidentes que tuvieron lugar en distintas ocasiones. Es bonito como una representación artística, combinando la visita de los pastores y los magos, pero no tuvieron lugar a la vez. Si hubiésemos estado, no podríamos haber sacado una foto de este conjunto de visitas, porque los magos vinieron mucho más tarde con la estrella, pero cuando nació Jesús no había ninguna estrella sobre el pesebre, ni ángeles cantando en el cielo sobre el pesebre tampoco. Vamos a separar los componentes de este conjunto.
 
Los pastores.
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lu. 2:8-14). No nos dice que los pastores vieran una estrella, ni que los ángeles cantaran (sino que hablaron), y no aparecieron sobre el establo, sino en el campo. Los que cantamos somos nosotros al comprender el maravilloso amor de Dios para cada uno de nosotros, individualmente. Las buenas nuevas eran para la humanidad, pero el Hijo de Dios me amó y se entregó por mí (Gal. 2:20). Como dice un conocido himno inglés:
 
El amor descendió en Navidad, amor hermoso, amor divino;
El amor nació en Navidad, estrella y ángeles fueron la señal.
Adoramos la Divinidad, el amor encarnado, el amor divino;
Adoramos a nuestro Jesús: ¿pero con qué señal sagrada?
El amor será nuestra señal; el amor es tu señal y la mía,
Amor para Dios y todos los hombres; amor es evidencia, don y señal.
                                                                       Cristina Georgina  Rossetti; 1830-94
 
Los magos.
“Y he aquí la estrella que habían visto en oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño, con su madre María…” (Mateo 2:9-11). La estrella no les condujo todo el camino. Apareció en Oriente y solo volvió a aparecer cuando llegaron a Jerusalén. Les señaló la casa donde estaba el Niño Jesús, no el establo, porque ya vivían en una casa en Belén, pues ya habían transcurrido entre seis meses y un año cuando llegaron los magos. Así que la estrella no dio su luz sobre el pesebre, y este no fue visitado por los magos. María no escuchó música de ángeles, ni recibió gente de oriente en el establo. En la oscuridad del establo recibió el amor de Dios encarnado en su Hijo.   

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