“Nos envió un poderoso Salvador… nos concedió que fuéramos libres del temor, al rescatarnos del poder de nuestros enemigos, para que le sirviéramos con santidad y justicia, viviendo en su presencia todos nuestros días” (Lucas 1:69-75, NVI).
Lectura: Lucas 1:67-74.
Estos versículos son parte de la bellísima profecía que pronunció Zacarías, el padre de Juan el Bautista, cuando el Espíritu Santo vino sobre él. Versa sobre el ministerio de su hijo, que acababa de nacer, y de la misión del Salvador, que aún no había nacido. Nos da muchísimo en qué pensar.
En esta profecía la salvación que el Señor Jesús nos da es de nuestros enemigos: “Nos levantó un poderoso Salvador… salvación de nuestros enemigos, y de la mano de todos los que nos aborrecieron” (1:69, 71). “Que librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (1:74, 75). Quizás nos extrañe que la profecía diga dos veces que nuestra salvación es de nuestros enemigos para que podamos servir a Dios sin temor. Enfatiza que la salvación es del maligno, quien tiene el propósito de destruir nuestra eficacia como creyentes metiéndonos miedos y temores. Solo salvos de su influencia podemos servir a Dios sin temor. Lo que el enemigo pretende es que estemos controlados por miedos y preocupaciones para que no sirvamos a Dios en santidad y justicia. Vivir en temor es no vivir en santidad. El diablo quiere que vivamos unas vidas llenas de angustias, temores y preocupaciones, y que sirvamos a Dios con este espíritu, condición espiritual que no agrada a Dios, no es santa, mina nuestra fe, resta de nuestro poder espiritual, y nos paraliza. También afecta la salud.
Algunos viven pensando en lo peor que podría pasar. Piensan: “¿Qué pasa si…?”. Otros ya tienen problemas reales. Hay complicaciones con nuestra salud y la de nuestros seres queridos. Hay problemas con el dinero. Hay problemas con ciertas personas que nos hacen sufrir. Hay problemas en el trabajo. La finalidad de todos estos problemas es darnos preocupaciones. Estos temores evidencian una falta de fe y merman nuestra confianza en Dios. Si vivimos con temores es evidencia de que hemos caído en las redes del enemigo.
Es imprescindible que vivamos sin temor. La complicación que el enemigo envía para darnos miedo, Dios pretende usarla para purificar nuestra fe. Nosotros decidimos si sucumbimos al temor, o si ponemos nuestra confianza en Dios. Cada día necesitamos entregar nuestros problemas a Dios y renovar nuestra confianza en su amor y cuidado de nosotros: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). ¿Cuál es el versículo siguiente? “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:8, 9). Estos versículos van juntos. Al echar nuestra ansiedad sobre el Señor, nos guardamos del plan del diablo, fortalecemos nuestra fe, y nos ponemos en condiciones para servir a Dios sin temor en santidad y en justicia delante de Él. ¡Que lo hagamos! Y que sea cada día.
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