LAS CIRCUNSTANCIAS DEL NACIMIENTO DE JESÚS (1)

 

“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lucas 2:7).
 
Lectura: Mateo 1:1-17.
 
            Al leer estos versículos pensamos: “¡Qué poético! ¡Qué dulce! ¡Un bebé en un pesebre! Justo de su tamaño”. Y lo interpretamos como que Jesús tuvo que nacer en pobreza para dignificar la pobreza y ensalzar la virtud de la humildad. Pero hay mucho más que esto. Vamos a explorar los motivos por los cuales su nacimiento forzosamente tuvo que ser exactamente como fue. En el nacimiento de Jesús vemos la extraña combinación de gloria divina y extrema pobreza.  Hay elementos milagrosos: ángeles aparecen, Dios da sueños, los cielos se abren y una estrella aparece que conduce a gentiles al niño Jesús. Dios baja al hombre. ¡Supera cualquier mito inventado por los hombres!, pero es cierto, y no podría haber ocurrido de otra manera.
 
            ¿De qué otra manera podría haber venido el Mesías? Si la dinastía de David hubiese continuado en el poder hasta el tiempo de Cristo, y si este hubiese nacido Rey de Israel de manera natural, en el palacio real, habría sido hijo de David, pero no Hijo de Dios. Aquella opción fue imposible por muchos motivos. Israel llevaba siglos sin rey cuando Jesús nació. La santidad y la justicia de Dios no podrían tolerar la corrupción política de los reyes de Israel. Dios tuvo que destronarlos y enviar a Israel a la cautividad como castigo por su apostasía. Habían combinado la fe en Dios con el paganismo y corrompido el verdadero conocimiento de Dios. Así, Dios tuvo que discontinuar la monarquía y poner Israel bajo un gobierno extranjero, donde estuvo desde el último rey, Sedequías, quien murió en Babilonia, hasta Jesús. Israel no tuvo rey en todo el intervalo. El Mesías tuvo que nacer fuera del palacio, como un hombre común.
 
            Zorobabel fue el último heredero del trono de David reconocido como tal: “Josías engendró a Jeconías, y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a babilonia. Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel” (Mateo 1:11, 12). Él condujo a un grupo de exiliados de vuelta a Israel desde Babilonia juntamente con el sacerdote Jesúa. Los persas honraron su derecho al trono nombrándole gobernador de Judá (Esdras 2:2; 3:2; Hag.1:1). Desde Salatiel hasta José, ninguno de los descendientes de David fueron reyes (Mateo 1:12-16).
 
            Lo dicho: el Mesías tuvo que nacer de una familia común, pero descendiente de David, en un Israel bajo dominio extranjero y con una naturaleza humana y divina, Dios y hombre. Tuvo que ser hijo de Abraham e hijo de David (Mateo 1:1); tuvo que ser hombre, para identificarse con el hombre y para poder morir, pero hombre perfecto. A la vez tuvo que ser Dios para dar valor infinito a su sangre para que valiese para la salvación de toda la humanidad. Tuvo que venir de la clandestinidad para poder pasar desapercibido por el gobierno de Roma durante treinta años, o lo habrían matado antes de llegar a la madurez, como intentaron hacerlo cuando nació (Mat. 2:16). 
 
            Nos maravillamos de la sabiduría de Dios al montar el nacimiento de su Hijo de la forma en que lo hizo. Tuvo en cuenta todos los factores cuando lo programó. Solo la persona que le busca de verdad puede ver en Jesús al Mesías prometido.

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.