“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:19, 20).
Lectura: Hechos 1:4-9.
Los discípulos le preguntaron al Señor resucitado si iba a inaugurar su Reino en aquellos momentos. Creían que, ya que había terminado el propósito por el cual había venido a este mundo, el largamente esperado momento ya había llegado. Pero Él no podía comenzar su reinado entonces, porque aún faltaba incorporar a los creyentes de los demás países del mundo. Por eso, la respuesta de Jesús a su pregunta no fue la fecha del comienzo del Reino, sino el mandato de llevar el evangelio a todos los países. Para ello necesitarían el poder del Espíritu Santo que todavía no habían recibido. Por lo tanto les dice: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Y habiendo dicho estas cosas”, ascendió al Cielo.
Esta es nuestra empresa. Cada uno de nosotros necesitamos recibir el necesario poder del Espíritu Santo para ser un testigo de Jesús en el lugar donde Dios nos ha colocado. Con esta finalidad todavía estamos en este mundo. No hay cosa más urgente. Hagamos lo que nos ha mandado el Señor. Llevemos su evangelio al mundo.
Despierta, tú, Espíritu de los centinelas
que nunca callaron ni de día ni de noche,
luchando desde los muros de Sion
contra el enemigo, confiando en tu poder.
En todo el mundo su clamor todavía resuena,
y atrae a los pueblos a tu santa voluntad.
Oh Señor, ahora permite que tu fuego encienda
nuestros corazones, para que por todas partes su llama pueda llegar,
y esparza la gloria de la redención
hasta que todo el mundo conozca tu gracia salvadora.
Oh Señor de la cosecha, míranos y observa
cuán blancos son los campos; ¡cuán pocos son los trabajadores!
Envía, oh Señor, tu poderoso Evangelio
por medio de muchos mensajeros, para ganar todos los corazones;
apresúrate a ayudarnos en nuestra debilidad;
derriba el reino de Satanás, la muerte y el pecado:
el círculo de la tierra proclamará entonces
tu reino y la gloria de tu Nombre. Amén.
Karl Heinrich von Bogatzky 1690-1774
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