DE REPENTE

 

“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor. Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas, y a la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lu. 2:8-14).
 
Lectura: Lucas 2:8-10 y 1 Tes. 4:16-18.
 
            En una noche como cualquiera, ciertos pastores estaban relajándose alrededor de un fuego, calentándose, descansando después del trabajo del día, hablando entre sí de cosas sin importancia, como siempre, cuando de repente, sin previo aviso, ¡se quebró el silencio de la noche con una voz angelical! Una luz brillante disipó la oscuridad, revelando el luminoso ser quien les hablaba, ¡y se espantaron! Se quedaron aterrados. El ángel entregó su mensaje, y repentinamente, ¡todo el cielo se alumbró con una multitud de huestes celestiales! ¡Brillante! ¡Deslumbrante! ¡Emocionante!, como el gran final de un espectáculo de fuegos artificiales.
 
            La maravilla de aquella noche que ocurrió tan repentinamente, nos recuerda que estamos esperando otro suceso que ocurrirá de sopetón, igualmente de repente. El mundo seguiría su cansino curso de guerras, injusticias y rebeldía contra Dios hasta que, un buen día, ¡luz, sonido, acción! De repente un grito ensordecedor interrumpirá en el ruido de este mundo. Se oirá la voz de Cristo desde el cielo. La gloria del Cristo transfigurado alumbrará el cielo. Sonará la trompeta de Dios, el shofar celestial, su nota inequívoca y aterradora alrededor del mundo llenando los incrédulos de espanto. Delante de los ojos atónitos de una humanidad perversa descenderá el glorioso Cristo, victorioso, poniendo fin al tiempo, introduciendo el día de Jehová, grande y terrible.
 
El Señor Jesús nos preparó con esta profecía: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentará todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro” (Mat. 24:29-31). “Y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tes. 4:17).
 
            Hemos de aprender la lección de la higuera. Cuando vemos las señales, sabemos que nuestra redención culminante se acerca. La profecía se apresura para cumplirse. Estemos preparados, viendo las señales de su adviento con los ojos puestos en el cielo, esperando la venida repentina de nuestro amado Señor.

Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.