AYES CONTRA LOS ESCRIBAS

 

“Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros. Y él dijo: ¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis” (Lucas 11:45, 46).
 
Lectura: Lucas 11:47-54.
 
      En esta comida en casa del fariseo estaban presentes unos escribas. La diferencia entre ambos es que los escribas formaban una profesión respetada, mientras que los fariseos eran una secta del judaísmo. La mayoría de los escribas también eran fariseos. Los escribas también se llamaban “intérpretes de la ley”, o “doctores de la ley”. Jesús pronunció tres ayes contra ellos. Estos ayes no son palabras de condena, sino de pena y compasión para que vean la luz.
 
      Oyendo la réplica de Jesús al fariseo, el escriba se sintió aludido y se ofendió. Jesús le dijo que los escribas eran aún peores que los fariseos, porque los escribas hacían más daño que los fariseos. Mientras que los fariseos dañaban por su ejemplo, los escribas dañaban por su tergiversación de la ley. Tenían la responsabilidad de enseñar la Palabra de Dios al pueblo, pero con las exigencias que añadían a ella, la hacían imposible de cumplir. Ni ellos mismos podían cumplirlas. Ponían cargas sobre otros que ellos mismos no podían llevar: sus obligaciones adicionales a la ley de Dios que se llamaban “las tradiciones de los ancianos”.   
 
      El segundo “ay” de Jesús versa sobre cómo los escribas tratan a los profetas. Creían que los honraban edificando sepulcros hermosos para ellos, pero mostraban ser iguales que sus padres que los habían matado, porque honraban a los profetas del pasado y despreciaban a los presentes. Ellos tenían el mismo celo persecutorio que sus padres. Los padres mataban a los profetas, pero ellos iban a matar al Hijo de Dios.   
 
      El tercer “ay” que pronuncia Jesús contra los escribas es que cerraban la puerta del entendimiento de la Palabra de Dios en lugar de abrirla. La ley en manos de los escribas, en lugar de conducir a la gente a Dios, era un obstáculo para llegar a Él.
 
      Al escuchar las palabras de Jesús los escribas y fariseos se enfurecieron ante lo que consideraban un atrevimiento delante de la autoridad que ostentaban. Decidieron buscar una carga contra Él mediante el uso de preguntas capciosas para desacreditarlo delante del pueblo.  
 
      En cuanto a nosotros, ¿cómo enseñamos la Palabra de Dios? ¿Exigimos una espiritualidad a otros que ni nosotros podemos cumplir? ¿Añadimos exigencias y prácticas a las Escrituras que esperamos que la gente cumpla? ¿Qué hacemos con la “profecía” presente, con lo que Dios nos está diciendo ahora? ¿La atendemos? ¿Nuestra iglesia facilita o complica el ingreso de nuevas personas para que sean salvas? ¿Cuántas cosas de los fariseos encontramos en medio nuestro? ¿Y en nosotros mismos?

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