ACERCÁNDONOS A DIOS

 

“Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuándo fuere tiempo” (1 Pedro 5:5,6).

Lectura: 1 Pedro 5:6-11.

      Pensábamos que Pedro era un pescador simple, siempre hablando cuando debería de haberse callado, pero cuanto más comprendemos sus escritos, más nos damos cuenta de que, lleno del Espíritu Santo, Pedro era brillante. En estas pocas palabras organiza nuestro acercamiento y nuestra permanencia en la presencia de Dios:

  1. Nos acercamos humillándonos: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios” (5:6). Notas la presión de sus manos por las circunstancias que te aprietan. No venimos a Dios con nuestra autosuficiencia diciéndole lo que queremos que Él haga, sino en humildad, en nuestra pobreza de espíritu, conscientes de que solo podemos venir por medio del mérito del Señor Jesús y por su sangre derramada por nosotros.
  2. Nos acercamos sin cargas, con fe en que Él se está ocupando de ellas: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (5:7). Antes de poder orar, hemos de echar todas nuestras preocupaciones sobre Él, con la certeza de que Él ya se está ocupando de todo lo que nos hace sufrir.
  3. Nos acercamos conscientes de lo que el diablo pretende hacer por medio de nuestras angustias: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; (5:8). Si no echas tus cargas sobre el Señor de forma continuada, el diablo te comerá. Así que, hazlo. Cada día. Siempre. Como preparación para la oración.
  4. Nos acercamos habiendo resistido al diablo: “Vuestro adversario el diablo… anda alrededor… al cual resistid firmes en la fe” (5:9)Resistir al diablo es no creer sus mentiras, no entrar en los miedos que nos abre, no persistir con la preocupación, sino creer que Dios se está ocupando del problema, no permitir que la ansiedad se apodere de ti.
  5. Nos acercamos dándonos cuenta de que no somos nosotros los que más sufrimos en el mundo. No nos centramos en nosotros mismos, sino en el sufrimiento de nuestros hermanos alrededor del mundo y oramos por ellos: “Sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo” (5:9). Lee Puertas Abiertas. Ora por la gente que conoces que está pasando por un mal momento. Dios está ocupándose de lo tuyo, así que tú estás libre para ocuparte de los problemas de tus hermanos. Ora por ellos. Anímalos. Ayúdalos en lo que puedas. 

Haz todo esto y: “El Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme fortalezca y establezca. Al él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (5:10, 11).    

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