La profecía que vio el profeta Habacuc” (Habacuc 1:1).
Lectura: Hab. 1:1-4.
El libro de Habacuc es un libro acerca de la oración. Nos enseña que la oración es un diálogo entre el creyente y Dios. Ambos hablan. Aquí Habacuc habla y Dios le responde, y Habacuc le responde, y Dios le responde a él. Al final de la conversación, el profeta entiende lo que Dios quiere comunicarle y a qué tiene que atenerse en la situación que enfrenta. Esto es lo que tenemos en el libro de Habacuc. Empieza con el profeta orando por el problema y termina con el profeta sabiendo cómo Dios lo va a tratar y la actitud que él debe adoptar cuando Dios actúe.
Vamos, pues, por partes. El libro empieza con el profeta orando: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás?” (1:2). Habacuc está sufriendo por la decadencia del pueblo de Dios, la injusticia resultante de no respetar la ley de Dios en el gobierno del país que pretende ser suyo. Dios contesta a esta oración diciendo que se da plena cuenta de lo que sucede en Israel y que lleva tiempo preparando el curso de acción necesario dado a la apostasía de su pueblo. Ha determinado un castigo que cambiará al pueblo para siempre: enviará el ejército de Babilonia contra la nación: “pasará como el huracán, y ofenderá atribuyendo su fuerza a su dios” (1:11). Viene Babilonia para castigar el pecado de Israel.
¡Inaudito! Dios no solo iba a permitir la invasión, ¡la ha instigado Él mismo! El profeta no puede dar crédito a lo que oye. Le pregunta a Dios cómo puede usar un país más injusto que Israel para disciplinar a Israel. Dios le contesta que Él se ocupará de hacer justicia con Babilonia, pero, en cuanto a Habacuc, tiene que vivir por fe cuando no entiende lo que Dios hace: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (2:4). Esta es la respuesta que ha pasado a todas las generaciones siguientes cuando preguntan cómo Dios no frena, ¡sino utiliza!, la injusticia. Siguen 5 ayes que van a por Babilonia y por todos los países que practican la injusticia (2:6-20). Recibirán su merecido de la mano de Dios.
Ahora le toca a Habacuc hablar. Frente a la respuesta de Dios él ora pidiendo misericordia para Israel: “Oh Jehová, he oído tu palabra, y temí. Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos, en medio de los tiempos hazla conocer; en la ira acuérdate de la misericordia” (3:2, 3). En vista a lo que viene, Habacuc hace un ejercicio espiritual que nos vendría muy bien practicar cuando estamos aturdidos o desconcertados. Se acuerda de la gloria y del poder de Dios en el pasado de la experiencia de Israel. Esto alimenta su fe y lo lleva a la postura que va a adoptar cuando venga la calamidad que Dios ha profetizado. Son los versículos que cantamos con tanta ligereza: “Aunque la higuera no florezca… con todo yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (3:17, 18), pero en su contexto son una profunda afirmación de fe en Dios aun cuando no hace lo que nosotros deseamos. Habacuc acata la voluntad de Dios con estas palabras de fe y convicción: “Jehová el Señor es mi fortaleza, el cual hace mis pies como de ciervas, y en mis alturas me hace andar” (3:19). Me equipará para subir mis montañas; superaré mis dificultades que encuentre en el poder de Dios. Habacuc ha decidido a qué atenerse: (1) Nada va a quitar su gozo en el Señor. (2) Vivirá por fe. Nada de lo que ocurre quitará su fe en Dios. Cree que Dios lo capacitará para superar lo que tendrá que vivir. (3) Nada va a parar su alabanza a Dios. Esta porción de la Escritura es un cántico de alabanza al Señor: “Al jefe de los cantores, sobre mis instrumentos de cuerdas” (3:19). Y así termina el libro.
Nosotros también haremos bien en decidir lo mismo:
- Nada de lo que me ocurre va a quitar mi gozo en el Señor.
- Voy a vivir por fe, si entiendo lo que me está pasando, o no. Dios me dará la capacidad de superar todo lo que se me presente.
- Voy a seguir alabando a Dios en medio de lo que tenga que vivir. Nada va a apagar la canción del Espíritu en mi corazón.
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