¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes? (Lucas 24:17).
Lectura: Lucas 24:13-23.
Esta historia ocurrió el tercer día después de la resurrección. Dos de los discípulos de Jesús, que habían presenciado su muerte atroz y habían abandonado Jerusalén destrozados, iban hacia el pueblo de Emaús hablando de los tristes acontecimientos de aquellos días. Jesús había resucitado, pero ellos no lo sabían. Algunas de las mujeres del grupo íntimo de Jesús les habían informado que su sepulcro estaba vacío y que vieron ángeles que les habían dicho que Jesús estaba vivo, pero los hombres no lo creían. Estaban desconcertados. Entonces Jesús se acercó a ellos en el camino e interrumpió su conversación con la pregunta: “¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”. La primera pregunta era para introducirse en la conversación. Jesús quería saber cómo ellos habían interpretado los acontecimientos. La segunda era para saber cómo su interpretación les había afectado emocionalmente.
Ellos habían creído que Jesús era el profeta prometido que había de redimir a Israel. No creían que fuera el Hijo de Dios. Tampoco creían que ya había redimido a Israel por su sacrificio en la cruz. No lo habían entendido para nada. Igual pensaban que la redención que el Mesías debía efectuar sería una liberación política. No estaban tristes porque su amigo hubiese sufrido, ni porque hubiese muerto, sino porque no había redimido a Israel. Hoy día muchos devotos de Jesús recuerdan estos acontecimientos con tristeza porque Jesús sufriese tanto, y ni piensan en la redención. Éstos tampoco han entendido.
Jesús podía haber dicho que tenían que estar gozosos porque ya había efectuado la redención de Israel, pero antes de anunciar su resurrección, era necesario que les explicase las profecías del Antiguo Testamento acerca del Mesías y su misión para que entendiesen la necesidad de su muerte: ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria? (24:26). Una vez que entendieran, ya estarían preparados para recibir la noticia de su resurrección.
Si nos alejamos un poco de la historia y pensamos en los principios que hay detrás de ella, vemos varias cosas. Cuando estamos tristes el Señor se acerca a nosotros y conversa con nosotros para ver cómo hemos interpretado lo que ha pasado, porque la interpretación equivocada es la que nos pone tristes. Sus observaciones eran correctas, pero la interpretación no. Pensaban que Dios les había defraudado, que no había alcanzado sus expectativas, y que ya no había esperanza. Otra cosa que vemos es que no entenderemos nada hasta que Dios no quite el velo de nuestros ojos y nos revele lo que Él estaba haciendo en aquello que nos causó dolor, y por qué era necesario que pasase.
¿Qué es lo que te ha pasado últimamente a ti, o a tu entorno, que te ha dejado triste? ¿Cómo lo interpretaste? Es posible que tus observaciones hayan sido correctas, pero tu interpretación no, porque tus ojos han estado velados para no ver lo que Dios estaba haciendo por medio de aquello y por qué era necesario que pasase. Has de pasar tiempo con el Señor y derramar tu corazón ante Él, darle la explicación de lo que tú crees que corresponde a los acontecimientos y decirle lo que sientes, aunque Él ya lo sepa, pero al expresarlo aclaras tus pensamientos para ti mismo. Después pídele al Señor, que te dé entendimiento de lo que Él estaba haciendo. “Padre amado, abre los ojos de mi entendimiento, quita el velo de mis ojos, revélame tu obra, para que me goce en lo que tú has hecho. Amén”.
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