“Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo” (1 Reyes 17:12-13).
Lectura: 1 Reyes 17:8-16.
El profeta dice: “hazme a mí primero…” ¡Qué cosas dice Dios! ¡Qué exigente es! Era la única comida que le quedaba a esta pobre viuda. El profeta pide que atienda primero a él y luego a su hijo. La viuda y su hijo están muriendo de hambre en medio de una gran sequía. No hay más comida. El profeta pide que gaste lo último que tienen para que él coma. La mujer tiene que ponerle antes que a su único hijo. Elías dijo: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” (17:14). Esta mujer era de Sarepta, una ciudad fenicia. No era israelita. O bien pone su fe en la Palabra del Dios de Israel, o bien come una vez más y muere. Si le da todo y se queda sin nada, ella y su hijo vivirán; si atiende primero al profeta del Dios de Israel, vivirán. Si gasta lo último en ella y su hijo, los dos morirán. Lo inmediato, o lo de largo plazo. Esta vida, o la eternidad. Lo que tiene delante de sus ojos es lo inmediato. El futuro no lo ve. Así es la fe: sacrificas lo inmediato por lo eterno, sin verlo, y vivirás.
¿Qué decidió la mujer?: “Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías” (17:15,16). Dios cumplió su Palabra. Cuando ponemos a Dios primero y nosotros y nuestros hijos segundo, Dios suple. Ella solo tuvo que sacrificar una comida, pero era la última, y la vida de su hijo dependía de ella. ¿Vamos a agarrarnos a lo poco que tenemos, o lo vamos a sacrificar, porque creemos lo que promete el Señor? Es cuestión de fe. ¿Vamos a poner nuestra fe en la Palabra del Dios de Israel? También es cuestión de amor: ¿vamos a amar más a nuestro prójimo que a nuestra propia vida? También es cuestión de prioridades: ¿Yo primero, o Dios primero?
Cantamos: “Busca primero el reino de Dios y su justicia prefecta, y lo demás por añadido tendrás, aleluya” (Mat. 6:33). Nosotros pensamos, “Primero atiendo a lo de mi casa, y después a las cosas de Dios”. “Primero es mi trabajo, y luego Dios. Claro, tengo que vivir”. Se oye decir: “Lo más importante es la salud”. Primero yo y después Dios. Así pensamos, pero Dios exige ser primero. Somos tontos si no ponemos a Dios primero, porque si lo hacemos, juntamente con Él vienen todas las demás cosas: “No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Más buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:31-33). Es cuestión de fe.
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