¿EN QUÉ ME GLORÍO?

 

Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;” (Rom. 5:2, 3).
 
Lectura: Romanos 5:1-5.
 
            En este texto Pablo nos dice que debemos gloriarnos en dos cosas: una que se realizará en el futuro, y otra que se va realizando ahora. Miremos otra traducción de estos versículos, pues, la expresión “me glorío” no es una que normalmente empleamos. “Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios. Y no sólo en esto, sino también en nuestros sufrimientos” (5:2, 3, NVI). Vamos a meditar en estas dos causas de gozo.     
 
Nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”.
 
Esta frase viene en medio de una explicación del apóstol acerca de los resultados de la justificación por fe. Justificados por la fe tenemos: paz con Dios; entrada a la gracia; y esperanza de la gloria de Dios. Ya no hay desavenencia entre nosotros y Dios, porque la cuestión de nuestro pecado ha sido resuelta por la muerte de Cristo. Esto nos ha llevado a una nueva relación con Dios en la que nos trata por medio de la gracia, no según merecemos ser tratados. Y también nos ha dado la esperanza de estar en la gloria de Dios eternamente. No obstante, en estos momentos estamos sufriendo tribulaciones, pero…
             
“Nos gloriamos en las tribulaciones.
 
            No hay nada que nos vaya a quitar el gozo, ni siquiera lo que estamos sufriendo ahora. Pablo también nos da los motivos por los cuales es así. Volvamos a la traducción de la NVI: “Nos regocijamos… en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (5:2-5). El sufrimiento presente nos está preparando para la gloria futura. Produce en nosotros perseverancia, entereza de carácter, y la esperanza de estar con el Señor eternamente. Empezamos con la esperanza eterna y terminamos con la esperanza eterna y en medio tenemos el sufrimiento que nos prepara para aquella. Para llegar a la fase final de nuestra salvación necesitamos perseverancia, porque “él que persevere hasta el fin, éste será salvo” (Mat. 24:13). El que se aparta de Dios en medio de las pruebas y niega la fe, no será salvo. También para ser salvos necesitamos santidad de carácter, porque la Biblia dice: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Heb. 12:14). El que dice que conoce al Señor, pero tiene un carácter terrible y causa sufrimiento a otros, no será salvo: “Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir, y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo… y lo pondrá con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mat. 24: 48-51). A este hombre le faltaba tanto la perseverancia, como un carácter santo, “la entereza de carácter”. Fue destinado al infierno.
 
¡Esta tribulación que tanto nos molesta y nos hace sufrir nos está ayudándonos a llegar al cielo! Es imprescindible. Por eso nos regocijamos en ella, porque nos viene muy bien.
 

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