“En el año que murió el rey Usías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime y sus faldas llenaban el templo… Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto” (Is. 6:1, 4).
Lectura: Is. 6:1-8.
Nuestras vidas de creyentes van marcadas por ciertas experiencias vividas con Dios después de las cuales ya no somos los mismos. Tienen su paralelo en esta experiencia que cuenta Isaías:
1. Ocurren en épocas concretas que podemos señalar, cuando pasó un suceso determinado. Isaías tuvo una experiencia real con Dios que ocurrió concretamente en el año que murió el rey Uzías. Nosotros podemos decir, por ejemplo, que en el año que murió mi marido, o en el año que se apartó mi hijo, o en el año que se dividió mi iglesia, o en el año que me enfermé, tuve una experiencia con el Señor que transformó mi vida.
2. Incluyen una visión de Dios: “Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (v. 1).
3. Esto lleva a una visión de nosotros mismos: “Entonces dije: ¡Ay de mí! Que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (v. 5).
4. Seguidamente hay perdón y limpieza: “Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (v. 6-7)
5. Ya podemos oír la voz de Dios. Recibimos su llamamiento para nuestra vida o un nuevo ministerio. “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí” (v. 8). ¡Consagración y comisión!
Si tomamos unos minutos para pensar, podemos recordar las grandes experiencias de Dios que hemos tenido, que han marcado nuevos comienzos en nuestras vidas. ¿Cuándo ocurrieron? ¿Qué pasó que motivó esta búsqueda de Dios? ¿Fue una calamidad, una tragedia, o una peña? Normalmente vienen en momentos de dolor o zozobra. Un amigo tuvo un encuentro así cuando su esposa lo abandonó. En su caso fue un encuentro que condujo a una conversión verdadera. Antes iba a la iglesia, pero ahora encontró a Dios de verdad. Otra señora cuenta que en el año en que tuvo que dejar una iglesia que amaba comprendió cosas acerca de sí misma que la llevaron al borde de la desesperación. Experimentó una convicción de pecado como nunca en su vida de creyente. Fue tan fuerte que se veía justamente en el infierno. Allí en el abismo comprendió que ni siquiera la eternidad en el infierno podría pagar por su pecado. Fue entonces cuando comprendió el evangelio y la misericordia de Dios como si fuera por primera vez. El resultado fue un llamamiento a un nuevo y poderoso ministerio.
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