“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:15, 16).
Lectura: Juan 14:15-18.
Interrumpimos esta historia en la parte donde Jesús anuncia a sus discípulos que se va. Los va a dejar: “Voy, pues, a preparar lugar para vosotros… Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:2, 3). Esta noticia fue devastadora para los discípulos. Jesús los iba a dejar. Se sentían desolados. Pero enseguida el Señor les dice que va a enviar un Suplente, pero no es tanto un suplente como una nueva presencia de Él mismo. Allí es donde nosotros nos perdemos. Pensamos: ¿En qué quedamos: es Él, o es otro? Pues, tiene que ser otro, porque, ¿con quién tenía comunión Dios antes que el mundo fuese? No fue consigo mismo, sino con el Espíritu y con el Hijo. Entonces son tres. No; son uno. Jesús dijo que “el que le ha visto a él, ha visto al Padre” (14:9). Pablo dice que Jesús es “la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15). Es la parte de Dios que se puede ver. Entonces, son uno. Pues, son tres y son uno. Esto no computa con nuestra mente, humana y finita, pero esta es la revelación bíblica. Así que lo dejamos tal cual hasta que estemos con el Señor y Él nos explique todo lo que no comprendemos. Mejor adorar que inquirir.
Otra cosa: Jesús dice que se va y los discípulos están tristes, porque lo aman. Entonces les dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”, y pensamos que los está manipulando, pero no: los está preparando para tener al Espíritu Santo con ellos, porque si no obedecemos al Señor, no podemos disfrutar de la comunión del Espíritu Santo. Jesús está diciendo efectivamente: “Yo os amo y quiero estar con vosotros, y vosotros me amáis y queréis estar conmigo; para que esto sea posible, habéis de tener la predisposición de obedecerme, porque la desobediencia rompe la comunión”. Es la cosa más práctica que él puede decir.
Nosotros pensamos que amar a Jesús consiste en tener una sensación bonita dentro de nosotros, que es una cosa emocional, pero no es algo místico, sino práctico. El amor se tiene que traducir a los hechos. Entonces la pregunta es: “Señor, ¿qué me has pedido que haga?”. Pues ha pedido que nos amemos los unos a los otros, que nos perdonemos, que nuestro amor por Él supere el amor que tenemos por nuestros seres más queridos, que testifiquemos, que llevemos su evangelio a los perdidos, que estemos preparados a sufrir por amor a su Nombre, y que amemos su venida. ¿Señor estoy haciendo todo esto? Puede ser que esté sintiendo emociones muy bonitas en el tiempo de alabanza en la iglesia, pero que no esté haciendo todo esto. Pues, que rectifique para que pueda disfrutar de la comunión con el Espíritu Santo, y sentir la presencia de Jesús a mi lado, amándome.
“Señor Jesús, te amamos y queremos sentir tu presencia a nuestro lado, por lo tanto, te pedimos que nos ayudes a obedecerte para que podamos disfrutar de la comunión contigo. Amén.
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