“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová con todo tu corazón y con toda tu alma; y que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad” (Deuteronomio 10:12, 13).
Lectura: Deut. 10:12-22.
Esta porción de las Escrituras es preciosa. Dios pide todo. Pensar que una persona está bien espiritualmente simplemente porque cree en Dios es absurdo. Esto no salva a nadie, no satisface a Dios, y no corresponde a lo que debemos a Dios, ni a quién es Él. ¿Por qué queremos temer a Dios y andar en todos sus caminos, y amarlo y servirlo con todo nuestro corazón y con nuestra alma?
Porque Él es Dios. Es digno de ser servido: “De Jehová tu Dios son los cielos, y los cielos de los cielos, la tierra, y todas las cosas que hay en ella” (10:14). Nos corresponde servirlo como criaturas creadas por su mano. Pertenecemos a Él porque Él es Dueño de todo lo que existe.
Porque formamos parte del pueblo que Él escogió por derecho de adopción: “Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como es este día” (10:15).
Por las excelencias de nuestro Dios: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, no toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido” (10:17, 18).
Y porque Dios va formando un pueblo innumerable que nadie puede contar: “Con setenta personas descendieron tus padres a Egipto, y ahora Jehová te ha hecho como las estrellas del cielo en multitud” (10:22). Y lo sigue haciendo. Sigue añadiendo a su enorme pueblo a todos los que han de ser salvos.
¿Qué más hemos de hacer? “Amaréis, pues, al extranjero: porque extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto. A Jehová tu Dios temerás, a él solo servirás, a él seguirás, y por su nombre jurarás. El es el objeto de tu alabanza, y él es tu Dios, que ha hecho contigo estas cosas grandes y terribles que tus ojos han visto” (10:19-21).
El Señor Jesús, siendo nuestro Dios, pide lo mismo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15). “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). “Respondió Jesús y le dijo: el que me ama, mi palabra guardará; y el Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió” (10:23, 24). Pide amor y obediencia, y esto, reiteradas veces. Las dos cosas son inseparables. Cuando cantamos “Cuánto te amo, Dios”, lo respaldamos por una vida de obediencia. Nuestra delicia es hacer su voluntad.
Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.