“Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe” (Lucas 11:10).
Lectura: Lucas 11:5-13.
Jesús está enseñando a sus discípulos acerca de la oración. Acaba de enseñarles el Padrenuestro que sirve como modelo para nuestras oraciones. A continuación, les cuenta una historia para ilustrar lo que está diciendo. Se trata de un hombre que recibe visitas de medianoche y no tiene comida para ponerles delante. Va a casa de otro amigo y le pide tres panes, y el otro se levanta de la cama y le da lo que le pide para no romper una norma social que estipula que hay que dar al que pide. Si no lo haces, quedas mal y tienes la reputación de no cumplir con lo prescrito. Ahora, ¿qué tiene que ver esto con la oración?
Si Dios no nos da lo que pedimos, queda mal, porque se supone que estamos pidiendo en los intereses de su Reino. Pues, acabamos de orar: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así en la tierra” (11:2). Si estamos pidiendo algo que le interesa a Dios que tengamos para servirle, y no nos lo da, ¡se está pegando un tiro en su propio pie!, por así decirlo. Si un pastor en la India está pidiendo una moto para llegar a un pueblo remoto con el evangelio, y Dios no se lo concede, se hace daño a sí mismo y a su causa. Si yo pido un Ferrari para impresionar a mis amigos y Dios no me lo da, es lógico, porque no va de acuerdo con los intereses de su reino. No es su voluntad que me enorgullezca. Tampoco es su voluntad que me quede atrapado en mis pecados o que viva bajo una loza de culpa. Cuando pido perdón por mis pecados (11:4), me perdona y me quita la culpa.
Luego tenemos un párrafo curioso. Dice: “¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?” (11:11). El Señor está enseñando que Dios no nos engaña. No va a darnos algo dañino. Tampoco nos va a dar gato por liebre. Un padre malo podría hacerlo, para reírse de su hijo, pero Dios nunca: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos; ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (11:13). ¿Por qué? Porque todo lo que necesitamos viene por vía del Espíritu Santo. Si pedimos el Espíritu Santo, Dios nos dará el Espíritu Santo, y no un sucedáneo emocional, o un espíritu de pavoneo para hacer espectáculos. Necesitamos el Espíritu Santo para ser salvos y para servir al Señor. Necesitamos comida (11:3), el perdón de pecado, la capacidad de perdonar a otros, y la protección del maligno y sus tentaciones (11:4). Con esto ya estamos bien situados para orar. Y al orar necesitamos confiar en que Dios nos va a contestar, porque le interesa, y que nos capacitará con su Espíritu para el adelanto de su Reino. Esto es lo que nos interesa a nosotros también.
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