LO ESPERABA

 

“Entonces vinieron a Jericó; y, al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando” (Marcos 10:46).
 
Lectura: Marcos 10:46-52.
 
            Cuando Bartimeo oía una gran conmoción por el camino, preguntó qué pasaba, y alguien le dijo que Jesús de Nazaret pasaba por allí: “Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir; ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (10:47). Este es el momento que había estado esperando, la oportunidad de toda una vida para ser sanado. Había oído de Jesús y es evidente que creía en Él. Tenía fe en que era el Mesías de Israel y que podía sanarlo. Pues, notamos cómo lo llamaba, no “Jesús Nazareno”, sino “Jesús, Hijo de David”, su título mesiánico. Cuando los demás le dijeron que se callase, gritaba más fuerte: “Y muchos le reprendían para que callase, pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (10:48). Insistía con toda su fuerza. Era ahora o nunca. Jesús iba a pasar delante de él. Si no captaba su atención ahora quedaría en la oscuridad para siempre.
 
            La multitud era grande. Todo el pueblo de Jericó habría estado presente para ver pasar a Jesús. En esta multitud tenían que haber muchos enfermos, leprosos, cojos, y otros ciegos, pero no nos cuentan de ellos, solo de este ciego y de un publicano (Lucas 19:1-10), personas que no nos habrían atraído automáticamente. ¿Por qué se detuvo Jesús para tratar con ellos? Porque ellos eran personas que Dios ya tenía preparadas y estaban esperando a Jesús. Era una cita divina. Jesús no se entretuvo para hablar con todos los curiosos, o enfermos, o necesitados; solo con los que el Padre había preparado para este momento. ¿Y cómo sabía Jesús quiénes eran? Por el Espíritu Santo que estaba dentro de Él. Dios prepara, el Espíritu Santo dirige, y Jesús salva.
 
            Bartimeo fue sanado, salvado y seguía a Jesús a Jerusalén, a donde se dirigía, un viaje de un solo día, para luego ver todo lo que le iba a pasar a Jesús en Jerusalén: “Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y en seguida recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino” (10:52). El hecho de que Marcos nos diga su nombre y el nombre de su padre nos hace pensar que los lectores de su evangelio lo conocían e iban a decir: “Ah, sí, esto es cómo Bartimeo llegó a conocer al Señor”. Él se habría incorporado a la multitud de discípulos que seguía a Jesús y luego habría formado parte de la iglesia primitiva. Lo identificamos como una persona escogida antes de la fundación del mundo para formar parte del cuerpo de Cristo.
 
            Jesús iba dando con estas personas, una por una. Y lo mismo es cierto de ti y de mí. El Señor tiene a personas preparadas que están esperándolo y nosotros somos sus instrumentos, y tenemos que encontrarlas y llevarlas al conocimiento de Él. ¿Cómo las encontramos? Yendo por el camino de la vida y oyendo la voz del Espíritu Santo decirnos dónde tenemos que parar. Viviendo en un ámbito de oración en que oímos la voz del Espíritu y sentimos amor y compasión por las almas. No nos entretenemos con otros que no están preparados, que quieren discutir con nosotros, u ocupar mucho de nuestro tiempo. Jesús no lo hizo. Buscamos a los preparados, y ellos se levantarán y seguirán a Jesús, como lo hizo Bartimeo.


 
     
 Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.