SU GLORIA EN EL DESIERTO

 

“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario” (Salmo 63:1-2).
 
Lectura: Salmo 63:1-7.
 
            El título de este salmo es: “Salmo de David cuando estaba en el desierto de Judá”. Los títulos son una parte inspirada del texto. Este nos informa acerca de las circunstancias en las cuales se encontraba David cuando escribió este salmo. Para algunos puede ser que nos arroje una luz nueva sobre el mismo. David estaba en el desierto de Judá huyendo de su hijo Absalón que lo buscaba para matarlo y usurpar su trono (2 Sam. 15:14-23). ¡Qué fuerte! La traición de un hijo puede ser lo más doloroso que hay. David está rodeado de mucho pueblo que ha huido con él. Todos dormirían en el suelo del desierto bajo un toldo de estrellas. David está anhelando al Señor. Su alma clama por Él. Su deseo de Dios le impulsa a levantarse pronto, antes de apuntarse el alba para poder estar a solas con el Señor antes de que se levante la gente. Clama: “Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas”. En su juventud buscaba al Señor en el campo con las ovejas, en los delicados pastos al lado de aguas de reposo (Salmo 23), y ahora, en la madurez, lo busca en el desierto.
 
            Ha huido de Jerusalén. No tiene acceso al tabernáculo, pero necesita desesperadamente la presencia de Dios en medio de su profunda angustia. Por esto dice: “Mi alma tiene sed… para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario” (v. 1-2). Está diciendo: “Señor, quiero verte aquí en el desierto como te he visto en el santuario”. Es fácil ver a Dios en el tabernáculo con los cantantes, el incienso, los ministros de Dios y su pueblo adorándolo. Quiere que Dios convierta el desierto en santuario. Necesita experimentar el poder de Dios en su situación tan desesperanzadora para librarlo de la mano de su hijo. Necesita ver la gloria de Dios obrando justicia, su santidad obrando perdón, su misericordia guardando su vida, su majestad reinando sobre todo lo que le pasa. Se siente responsable de todos los que han huido con él, mostrando su lealtad y confianza en él. ¿Cómo puede atenderlos y defenderlos? David necesita a Dios.
 
            Y ¿en qué desierto te encuentras tú? ¿Cuál es tu necesidad de Dios? ¿Te sientes responsable de mucha gente y no quieres defraudarlos, pero no puedes protegerlos, ni ministrar a sus necesidades? ¿Se te han acabado las provisiones y estás en tierra seca y árida donde aguas no hay? ¿Te ha traicionado alguien a quien amas de todo corazón? ¿Tu vida está en peligro? ¿El enemigo te acecha? ¿Necesitas ver el poder y la gloria de Dios como cuando estabas en la iglesia rodeado de amigos y creyentes, o cuando estabas solo en delicados pastos cantando sus alabanzas?  Pues, haz lo que hizo David. Madruga para buscarlo. Levántate y busca a Dios con toda tu alma. Deséalo como agua en el desierto. Clama a Él. Y Él saciará tú alma “como de meollo y de grosura”. Entonces “con labios de júbilo” lo alabará tu boca (63:5), porque será hallado por ti. Porque “el que busca halla”, siempre.   


     
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