SOLAMENTE CREER

 

“Y le presentaban niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los presentaban. Viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y tomándoles en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía” (Marcos 10:13-16).
 
Lectura: Marcos 10:13-16.
 
            En esta historia Jesús bendijo a los niños y dijo que, si no recibimos el reino de Dios como un niño, no entraremos en él. ¿Cómo lo recibe un niño? Sencillamente cree lo que le dices. Si dices que Dios se convirtió en un niño pequeño y vino a este planeta, te lo cree. No pregunta cómo es posible. No tiene que saber exactamente cómo lo hizo. No necesita una explicación científica para creerlo. Simplemente cree. Si le dices que Jesús llevó nuestros pecados en la cruz, se lo cree. No pregunta cómo los llevó, ni cómo pasaron de nosotros a Él, ni cómo cabían millones y millones de pecados en Él, ni a dónde se fueron luego; solamente acepta lo que le dices y lo cree. Cuando le dices que Jesús resucitó de los muertos, lo encuentra normal. Dios puede hacer todo lo que quiere. Es más, los niños ven muchos dibujos animados por la televisión de cosas fantásticas que ocurren, y lo absorben, y, con la misma receptividad, creen que Jesús resucitó. La ascensión entra en la misma categoría. Les dices que Jesús voló por los aires e iba subiendo, subiendo, subiendo hasta que una nube lo ocultó de la vista de los discípulos, y desapareció, se lo creen. ¿No vuela Superman? Ven normal que Jesús tuviese que volver a la Casa de su Padre. Ellos siempre tienen que volver a sus casas también.
 
            Cuando le cuesta creer a un niño es cuando ha sido decepcionado o defraudado por mayores. Si alguien le ha mentido, le cuesta creer, pero si procede de un hogar amoroso y sus padres siempre han sido honestos y consecuentes con él, cree el evangelio cuando lo oye. Lo mismo es cierto de nosotros. A las personas escépticas, amargadas y endurecidas les es más difícil creer en un Dios de amor que nunca falla y hace lo imposible.
 
            Esta enseñanza de Jesús es una invitación a vivir por fe, a confiar en Dios, a poner nuestra confianza en su Palabra y creer que toda la Palabra de Dios es verdad. Los principios básicos del evangelio son todos milagros: la encarnación, la muerte sustitutiva de Jesús por nuestros pecados, la resurrección y la ascensión. Y esperamos el milagro de la segunda venida. Un adulto normal no cree nada de esto, pero un niño, sí. La fe de los niños es la que nos salva, y esta clase de fe es la que tenemos que ejercer toda la vida: “El justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). No tenemos que exigir explicaciones a Dios en cuanto a lo que ha hecho, o saber cómo Dios pueda resolver un problema, o comprender una promesa de Dios para vivir por ella. Necesitamos confiar en Dios con la fe de un niño y la vida se simplifica, y entra el gozo de esperar lo imposible de Dios. Con la fe de un niño todo es posible y todas las historias tienen un final feliz y Dios es vindicado y el Cielo se abre y bajan sus milagros, porque nuestro Dios siempre es victorioso. Hemos entrado en el Reino de Dios con esta fe, vivamos, pues, por ella con la fe de un niño.
     
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