“Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo: le haré ayuda idónea para él. Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que Jehová tomó del hombre, hizo una mujer; Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada Varona, porque del varón fue tomada”.
(Génesis 2:18, 21-23).
“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella. Para santificarla… a fin de presentársela a sí mismo… Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos… Y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia” (Efesios 5:25-32).
Lectura: Ef. 5:25-32.
Hemos entresacado la parte de Efesios 5 que muestra cómo Jesús nos ama como parte de su Iglesia. Lo que dice el apóstol Pablo, que esto es un gran misterio, es bien cierto. Aunque Adán tenía comunión con Dios, Dios dijo que no estaba bien que estuviera solo. Así que hizo caer sobre él un profundo sueño y sacó parte de su cuerpo e hizo a la mujer. Lo mismo pasó en el Calvario. Dios hizo que el sueño de la muerte cayera sobre Jesús, una lanza traspasó su costado, y de su costado herido nació la Iglesia. Así somos carne de su carne y hueso de sus huesos, somos una sola carne con Él. Tenemos la seguridad de que no nos aborrecerá nunca, “porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida”, y asimismo Jesús nos sostiene y nos cuida.
El texto que dice que Dios hará una ayuda idónea para Él nos da mucho que pensar, porque la Iglesia tiene sus más y sus menos ahora, pero prevemos el día cuando estemos con Él en su reino, y entonces se cumplirá perfectamente esta analogía. De aquel día nos dice que “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste seremos semejantes a él” (1 Juan 3:2). No sabemos exactamente cómo esto se cumplirá tampoco, pero tenemos la gran esperanza de ser una ayuda idónea perfecta para Él en aquel día.
De momento sabemos que somos una sola carne con Él, que nos sostiene y nos cuida, y que nunca nos aborrecerá ni nos abandonará, ni puede, porque somos parte de Él como su propio cuerpo.
Padre amado, este misterio es muy grande para nosotros. Te pedimos que nos lo reveles cada vez con más claridad, hasta que veamos que este cuerpo con el que andamos no es nuestro sino suyo, que somos una nueva creación en Él; somos de Él. Asombrosa realidad. Estamos completos en Él. Alabamos al amor eterno que lo planificó todo. Amén.
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