LAS OBRAS Y EL CARÁCTER DE DIOS

 

“Grandes son las obras del Señor; meditadas por los que en ellas se deleitan” (Salmo 111:2).
 
Lectura: Salmo 111:3-8.
 
            “Grandes son las obras del Señor; meditadas por los que en ellas se deleitan. Gloriosas y majestuosas son sus obras; su justicia permanece para siempre. Ha hecho memorables sus maravillas” (111: 2-4). Las obras del Señor son grandes (111:2), gloriosas, majestuosas (111:3), memorables (111: 4), poderosas, (111:6), fieles y justas (111:7). Nos incumbe meditar en ellas (111:2), y recordarlas (111:4), porque pensar en las obras del Señor es pensar en Él; revelan cómo es, cómo procede y lo que podemos esperar de Él.
 
            “¡El Señor es clemente y compasivo!” (111:4), por lo tanto, lo que hace está lleno de clemencia y compasión, sus obras son un fiel reflejo de su carácter, las dos cosas siempre están de acuerdo. Sus obras son grandes, llenas de honor y majestad, fieles y justas porque Él es grande, honorable, majestuoso, fiel y justo. Su hacer procede de su Ser. Todo lo que hace es un reflejo de cómo es. 
 
            Lo mismo es cierto de nosotros. Lo que hacemos revela cómo somos. El verdadero “yo” se ve en lo que hago. Por esto seremos juzgados por nuestras obras, ¡no por nuestra profesión de fe! La fe verdadera produce obras buenas: “Todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo da fruto malo. Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol malo no puede dar fruto bueno. Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego. Así que por sus frutos los conoceréis” (Mat. 7:17-20).
 
            Siguiendo con la misma comparación, ¡Dios es un árbol buenísimo! El carácter de Dios es nuestra garantía que obrará en beneficio nuestro. Dios no puede hacer obras malas. Así que, recordemos sus obras poderosas en el pasado, alabémoslo, y esperemos lo mismo en el futuro. “Las obras de sus manos son fieles y justas, todos sus preceptos son dignos de confianza, inmutables por lo siglos de los siglos, establecidos con fidelidad y rectitud” (111:7, 8). Nuestra esperanza está basada en el carácter de Dios. Dios solo hace maravillas.
 
“¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! Alabaré al Señor con todo el corazón en la asamblea, en compañía de los rectos” (111:1). “¡Su alabanza permanece para siempre!” (111:10). Amén.
 


     
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