“De la boca de los niños y de los que maman fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al vengativo” (Salmo 8:2, R. V.).
“A los niños y los bebes les has enseñado a hablar de tu fuerza, así silencias a tus enemigos y a todos los que se te oponen” (Salmo 8:2¸NTV).
“De la boca de los niños y de los que maman, estableciste la alabanza frente a tus adversarios, para hacer callar al enemigo y al vengativo” (Salmo 8:2, BTX).
“De la boca de niños y bebés has ordenado alabanza a causa de tus enemigos, para silenciar al enemigo y al vengativo” (Salmo 8:2, NIV).
“De la boca de los niños y de los que maman, fundaste un baluarte, a causa de tus enemigos, para hacer callar al vengativo” (Salmo 8:2, NRSV).
Y hay otra versión que dice: “…has perfeccionado la fortaleza …” (Salmo 8:2).
Lectura: Salmo 8:1-9.
Muchos de nosotros estamos familiarizados con este salmo desde hace años. El Señor Jesús lo cita cuando sus enemigos lo critican por no hacer callar a los niños que lo alaban en la ocasión del domingo de ramos: “Le preguntaron a Jesús: ¿Oyes lo que dicen estos niños? Sí, contestó Jesús. ¿No habéis leído las Escrituras? Pues dicen: “A los niños y a los bebés les has enseñado a darte alabanzas” (Mat. 21:16, BTX). Se ve que este es un texto que contiene una frase que se presta a muchas traducciones. Hemos incluido varias. Hay dos ideas que prevalecen, una es que de la boca de los niños sale fuerza, y otra es que de la boca de los niños sale alabanza. Vamos a quedarnos con las dos ideas.
El salmo habla de la majestuosidad de Dios en la tierra, y de su gloria que transciende los cielos. Menciona a los ángeles y al hombre, y también sale el diablo, que se llama el enemigo y el vengador. En un mundo perfecto existe un escollo, y este escollo es Satanás quien pretende estorbar el orden perfecto de Dios, pero los niños a Dios le ponen en su lugar debido cuando lo alaban. La alabanza es como una fortaleza para defendernos del enemigo. Nuestra alabanza pone un bozal sobre la boca del diablo, y es como un baluarte que sujeta la Fortaleza de Dios. Es nuestro refugio, y pone fin a las palabras impertinentes del enemigo de Dios. Cuando alabamos a Dios reconocemos el lugar que le corresponde, que es más alto que los cielos, y, por supuesto, años luz por encima del adversario.
Incorporémonos al coro de los niños y cantemos sus alabanzas: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” (Mat. 21:9). ¡Alabado sea el Nombre de nuestro Dios!
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