“Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. El les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan” (Marcos 10:35-37, 41).
Lectura: Marcos 10:35-45.
Se supone que Jacobo y Juan querían desbancar a Pedro, que siempre era la voz cantante, y que los demás se enojaron con los dos hermanos porque también querían estos mismos puestos. Todos deseamos ser reconocidos. Queremos promociones en el trabajo. Si llevamos años trabajando para una compañía sin recibir ninguna promoción, nos lo tomamos muy mal. Si nos piden que hagamos trabajos por debajo de lo que consta en la descripción de nuestras responsabilidades, protestamos. No queremos descender, sino ascender.
Mi hermano estaba ganando mucho dinero en una prestigiosa compañía de seguros. Había ascendido tanto en la escala que era uno de los empleados que más dinero ganaba. Esto no le interesaba a la empresa, así que lo indemnizaron y lo despidieron. Volvió a la universidad e hizo una segunda carrera, esta vez de magisterio, especializado en niños con necesidades especiales. Quiso trabajar con los más necesitados, los niños que nacieron con daño en el cerebro y no pueden hablar o caminar o controlar los movimientos de su cuerpo. Algunos usan pañales, otros son agresivos y lo muerden, otros están en constante peligro y, si entran en cierta fase de su condición y no reciben atención inmediata, pueden morir. Pero los hay que pueden hacer cosas simples y van ganando habilidades poco a poco. Uno de sus alumnos tiene autismo severo, pero puede andar, y mi hermano va andando con él a su casa cada día. A este niño le fascinan los cortacéspedes y si da la casualidad de que coinciden con un vecino cortando la hierba, su día es completo.
El verano pasado trabajó con otra clase con niños bastante más adelantados donde pudo programar actividades interesantes para sus estudiantes. El verano pasó volando. Disfrutó muchísimo. Le pregunté por qué no trabajaba siempre con niños como aquellos. Me dijo: “Entonces, ¿quién trabajará con los niños más necesitados?”
Este fue el punto que el Señor Jesús estaba intentando enseñar a sus discípulos: “Mas Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellos potestad. Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (10:42-45). El Señor no solamente lavó nuestros pies con el agua del barreño, sino que nos dio a comer de su carne y lavó nuestras almas con su sangre, ¡Él, siendo el Maestro y Señor del universo!
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