“Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho. Los ídolos de ellos son plata y oro, tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta” (Salmo 115:3-7).
Lectura: Salmo 115:8-15.
Dios no es un ídolo. Es real. En contraste con los ídolos: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho” (v. 3). Dios no está representado por una figura aquí en la tierra; está en el Cielo y actúa: “todo lo que quiso ha hecho”; su voluntad rige el mundo.
Dios no está hecho de plata y oro. ¿De qué, entonces, está hecho? Es Espíritu, lleno de vida, luz, y amor. Es sabiduría y mansedumbre, es inteligencia y humildad, es justicia y misericordia, es poder y pureza, está a años luz de nosotros y, a la vez, es un Dios cercano. “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo… Y vimos su gloria, lleno de gracia y verdad” (Juan 1:4, 9, 14).
A diferencia de los ídolos, Dios tiene ojos y ve. Sus ojos están puestos en nosotros. “Los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él” (2 Cron. 16:9). Tiene orejas y oye. Está atento a la voz de nuestra súplica: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Salmo 34:15). Tiene nariz y huele: “Para Dios somos grato olor de Cristo” (2 Cor. 2:15). Tiene manos y palpa. Extiende su mano para tocarnos y sanarnos, para sacarnos del hoyo, para levantarnos y guiarnos en el camino eterno: “Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mateo 8:3). Tiene pies y anda. Anda en búsqueda de los perdidos y al lado de sus hijos en el camino de la santidad: “Y habrá allí calzada y camino y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él; sino que él mismo estará con ellos” (Is. 35: 8). Y habla con su garganta. Habla al corazón del que lo busca, del que desea temer comunión con Él. “Y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas, las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (Juan 10:3-4).
Un ídolo está por debajo de las posibilidades del ser humano; Dios está por encima, pero desciende para socorrernos: “En mi angustia invoqué a Jehová y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos. Humo subió de su nariz, y de su boca fuego consumidor; inclinó los cielos, y descendió; y había densas tinieblas debajo de sus pies. Cabalgó sobre un querubín, y voló. Tronó en los cielos Jehová, y el Altísimo dio su voz. Envió desde lo alto; me tomó, me sacó de las muchas aguas. Me libró porque se agradó de mí” (ver Salmo 18:6-19). Alabado sea nuestro Dios.
Copyright © 2024 Devocionales Margarita Burt, All rights reserved.