DIOS ES SOBERANO

 

“Yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero” (Is. 46:9, 10).
 
Lectura: Isaías 46:10-13.
 
Dios es soberano y lleva a cabo sus propósitos a pesar de todo, a pesar de todo lo que el maligno haga, y lo hace con suma facilidad, como si no hubiese diablo. El diablo nunca ha podido interferir ni un ápice en los propósitos de Dios. Es más, ¡siempre termina ayudando a prosperarlos! Esta es parte de la gloria de Dios, que nada puede estorbarle.
 
Y lo mismo es cierto en nuestro caso. Dios “cumplirá sus propósitos en mí” (Salmo 138:8) a pesar de todo lo que pueda hacer el diablo. El diablo no puede estorbarlo. No importa qué dolor, disgustos, aflicciones, catástrofes, calamidades o torturas nos inflige, no puede impedir que hagamos la voluntad de Dios.  Al contrario, ¡lo promocionará! “En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Rom. 8:37). En todas estas cosas, los propósitos de Dios son adelantados y Dios es glorificado. Saber esto es suficiente para mantenerme adorando a Dios, en medio de lo que sea que me suceda, durante el resto de mi vida.
 
Pedro y Juan sanaron a un cojo y predicaron a la multitud. Por ello fueron arrestados y puestos en prisión. Luego fueron llevados ante el concilio compuesto por los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes. Lejos de ser una tragedia, ¡fue fantástico!  Interesaba mucho que los mismos que mataron a Jesús escuchasen de la boca de testigos oculares que aquel al que crucificaron había resucitado, ¡y los apóstoles ni tuvieron que pedir hora para dar su testimonio! Pudieron acusarles a la cara de matar a su Mesías y decirles que Dios lo había levantado de los muertos: “sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que, en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano” (Hechos 4:10). ¡Dios arregló aquella entrevista! El diablo pensó que lo había hecho él, que los pararía, pero lo que consiguió era que los enemigos escucharan el evangelio de labios de los mismos apóstoles en circunstancias donde no podían matarlos porque la multitud estaba a su favor. ¡Brillante ejemplo de cómo Dios usa la acción del diablo para adelantar su causa!
 
Con esta convicción podemos descansar en medio de todo lo que nos pasa, y pedir a Dios sabiduría para aprovechar la ocasión para predicar el evangelio.


     
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