“Venid, comed mi pan y bebed del vino que yo he mezclado. Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia” (Proverbios 9:5, 6).
Lectura: Prov. 9:1-6.
Aquí tenemos una invitación muy atractiva. La sabiduría nos invita a comer, ¡y su comida no engorda, ¡nos hace más inteligentes! Esto es maravilloso. Hay una comida deliciosa que puedas disfrutar que te hace más inteligente. Después de comer, en lugar de sentirte pesado y con mucho sueño, te sientes más fuerte, y más preparado para la vida. La invitación ha sido extendida. Solo hace falta que reconozcas tu necesidad para poder aceptarla. Tienes que humillarte, porque va para los simples. La sabiduría dice a cualquier simple: “Ven acá. A los faltos de cordura dice: venid, comed mi pan, y bebed del vino que yo he mezclado” (9:4, 5). Comer de esta comida es dejar la simpleza e ir por el camino de la inteligencia: “Dejad las simplezas, y vivid, y andad por el camino de la inteligencia” (9:6). Hace falta humildad para reconocer que uno es simple, que necesita más inteligencia. Has de dejar tus ideas simples y profundizar en la inteligencia que Dios ofrece. Pues el anfitrión es Dios mismo, y la comida que Él ofrece es pan y vino, la comunión con Él.
El pan y el vino nos recuerdan de la mesa del Señor. Simboliza participar del cuerpo de Cristo y de su sangre para el perdón de pecado. La invitación es a la salvación y a la comunión con Cristo. Si andamos con Cristo y escuchamos su voz, tendremos comunión con Él por medio de su muerte, su Palabra, su presencia, su pueblo y por medio de la oración. Creceremos en sabiduría y dejaremos nuestras simplezas para entrar en su sabiduría.
Notamos que esta invitación no viene con ninguna reprensión: El señor no nos acusa de ser faltaos de entendimiento. No se burla de nosotros. No dice: “Ven acá, vosotros que sois tontos, y os enseñaré yo”, sino que nos invita a un banquete para adquirir la inteligencia. El Señor es considerado y bondadoso. Su promesa es: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). Es la comunión con Dios que nos da sabiduría, la meditación en su Palabra, el comer la carne de Jesús y beber de su sangre, la participación en su muerte, y el andar en el Espíritu que nos hace sabios, y todo esto repercute en calidad de vida espiritual.
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