LOS DOS JUEGOS DE LLAVES

 

“Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos” (Mat. 16:19).
 
Lectura: Mat. 16:13-19.
 
Hay llaves para el cielo y llaves para el infierno.
 
            Cuando Jesús hizo la pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (16:15), Pedro respondió como portavoz de los discípulos: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (16:16). En este contexto Jesús dijo que esta confesión de fe formaría la base de la Iglesia. Así que, los verdaderos creyentes son los que reconocen que Jesús es el Salvador, el Mesías, y el Hijo de Dios. Éstos son los salvos; forman parte del reino de Dios, son el verdadero pueblo de Dios y son la Iglesia. La iglesia está compuesta por judíos y gentiles que confiesan la fe en Jesús que Pedro confesó.
 
            Nada más hacer esta confesión reveladora, Jesús le dijo a Pedro que no le dijesen a nadie que Él era el Mesías. ¡Qué extraño! ¿Por qué no? Porque todos los preparativos todavía no estaban hechos para la iniciación de la Iglesia, porque nadie podía ser salvo sin haber nacido de nuevo, y esto no era posible hasta que viniese el Espíritu Santo en el día de Pentecostés. Todavía era pronto. Para poder ser el Salvador Jesús tuvo que morir en la cruz y resucitar. Aún faltaba la crucifixión, la resurrección y el día de Pentecostés, y una cosa más para que la Iglesia pudiese nacer. ¿Qué cosa? Los apóstoles tenían que predicar el Evangelio. Al creerlo, las personas serían salvas y formarían parte de la Iglesia y del reino de los cielos. ¡Para esto son las llaves! La llave del reino es el Evangelio. Sirve para abrir la puerta del reino de Dios. Estaba cerrada hasta el día de Pentecostés cuando Pedro predicó el evangelio y se convirtieron 3.000 personas. Con esta llave nació la Iglesia y el reino de Dios empezó a ser poblado por gente nacida de nuevo.
 
            Hay otro juego de llaves. Son las que abren la puerta de la muerte y del Hades: Cuando Jesús se reveló en gloria Juan cayó como muerto a sus pies, y el Señor Jesús le dijo: “No temas; yo soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades (Apoc. 1:17-18). Jesús tiene las llaves de la condenación y Pedro, y, nosotros por extensión, tenemos las llaves de la salvación. Jesús conquistó la muerte y tiene toda autoridad sobre ella. Los que rehúsan la salvación por la fe en la muerte de Jesús en su lugar, tendrán que pagar por su pecado con su propia muerte e irán a la muerte eterna. Jesús abrirá la puerta del infierno con su llave y los lanzará a sus llamas eternas en el día del juicio final. Pero antes de que venga este día fatídico, la llave del Evangelio está abriendo la puerta del reino para muchas personas. El Evangelio está siendo predicado por todo el mundo, y a medida que se van convirtiendo las personas, la puerta del reino se va abriendo para admitirlas. Por medio de esta llave de la predicación del Evangelio la gente se va salvando. A nosotros no nos es dada la llave del infierno para condenar a nadie. Solo tenemos la llave que abre para salvación. Queremos que muchos se salven. Cada vez que predicamos el evangelio abrimos la puerta del Reino de los cielos para que todo aquel que responda pueda entrar.
 

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