SEGUROS EN LA SANTIDAD

 

“Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará. No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos” (Isaías 35:8, 9).
 
Lectura: Is. 35:4-9.
 
            En estos dos versículos tenemos un hermoso cuadro de la vida cristiana. Isaías 35 es una profecía acerca de la primera y la segunda venida del Mesías, y también de la vida cristiana que cae en medio, históricamente. Vino el Espíritu Santo inmediatamente después del retorno del Mesías al Cielo (Hechos 1:9 y 2:1-4) para vivir dentro del creyente y capacitarlo para que pudiese vivir una vida de santidad. Esta vida de santidad está representada por un camino, “el Camino de Santidad”, que conduce al Cielo. Por él van los redimidos, los salvados. Son limpios de sus pecados por la sangre de Jesús y con la ayuda del Espíritu Santo pueden vivir vidas que agradan a Dios. Son vidas de obediencia a su Palabra, y obediencia a la dirección del Espíritu. Este es el sentido de la frase: “no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos”. Los redimidos ya no son inmundos, sino limpios, y Dios mismo está con ellos mediante el Espíritu Santo. Viven en pureza, apartados del del mundo, en comunión con Dios.
 
            En este Camino no hay pérdida. Siempre que nos mantengamos en él, llegaremos a nuestro destino que es el Cielo: “el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará”.  El Espíritu Santo en nosotros nos enseñará la verdad. No caeremos por doctrinas falsas que nos apartarían de Dios. Él nos ayudará en la tentación para que no pequemos, si le hacemos caso. Nos recordará las Escrituras que nos enseñan la conducta cristiana. Si pecamos, nos llevará a la Cruz de nuevo para que podamos confesar nuestro pecado y ser limpiados otra vez (1 Juan 1:7-10). Cuando tengamos que tomar una decisión, el Espíritu Santo nos dirigirá para que no nos desviemos de la voluntad de Dios por el engaño del enemigo.
 
“No habrá allí león, ni fiera subirá por él, ni allí se hallará, para que caminen los redimidos” (Isaías 35:9). “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe” (1 Pedro 5:8, 9). El diablo, que es como un león rugiente, no andará por este camino, sino que estará al borde del camino tratando de engañarnos, o inducirnos a pecar, o presentarnos un camino alternativo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios para nuestras vidas; pero siempre que nos mantengamos en este Camino, estaremos seguros. El Espíritu nos llevará a las Escrituras que necesitamos para tomar decisiones sabias.
 
Nuestra seguridad está en la santidad. Siempre que andemos en santidad de vida, iremos bien. El que deja el Camino de la Santidad se mete en el camino del pecado, o la búsqueda del dinero y la diversión, o el placer ilícito puede destruir su vida. El diablo nos dirá que el Camino de Santidad es aburrido, pero miente. Es exhilarante. Es emocionante. Es estar en una dimensión espiritual que es un desafío y un placer. Es ir conversando con el Señor en la compañía de otros redimidos y disfrutar de las cosas hermosas de Dios en la comunión con el Espíritu Santo quien nos lleva a una vida productiva para bendecir a otros. No hay nada que nos satisfaga tanto como andar con Dios en santidad de vida. Y al final del camino llegaremos a la Casa del Padre, nuestra morada eterna.     
 
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